sábado, 9 de noviembre de 2013

Gormenghast




Aunque no pertenezca estrictamente al género fantástico, la trilogía de Gormenghast escrita por el británico Mervyn Peake, es una obra desconocida fuera de ese ámbito. No obstante, esa monumental obra tiene una seria reputación académica, avalada entre otros por el pope Harold Bloom, que la incluye en su canon occidental, y reconocida en su país de origen como una de las obras fundamentales de la segunda mitad del siglo XX. Quizás sea el encasillamiento en el género de una obra inclasificable, aún conteniendo elementos góticos y grotescos pero no fantásticos, o su etiqueta de trilogía frontalmente opuesta a la de El señor de los anillos, lo que ha hecho que estos libros no encuentren un público masivamente adepto, pero sí lectores muy fieles y totalmente entregados a sus laberínticos entramados.
La trilogía, también conocida como The Titus book - compuesta por Titus Groan (1946), Gormenghast (1950) y Titus solo (1959)- fue creciendo a partir de la evolución del personaje de Titus Groan, septuagésimo séptimo conde de Gormenghast,  y tenía la intención de convertirse en una saga más amplia, casi una epopeya, si el autor no hubiera enfermado prematuramente. De hecho, su último libro se publicó sin la revisión total del autor y se nos muestra como si estuviera incompleto o no totalmente modelado. Aun siendo Titus el personaje que da nombre a dos de los libros, no es hasta la mitad del segundo que empezará a tomar fuerza, para convertirse en Titus solo, en el auténtico protagonista. Y es que en Titus Groan tan sólo es el motivo de inicio del relato a partir de su nacimiento y de puntuales escenas que permiten el avance y desarrollo de otros personajes, mientras que en Gormenghast  vamos viendo su crecimiento como un personaje más, hasta que al final se erige en auténtico protagonista por oposición al rebelde y villano Pirañavelo.
Pero en esta trilogía hay  un personaje literario de enorme peso: la fortaleza de Gormenghast. Este lugar sin ubicación conocida, como situado en un mundo lejano y extraño, se nos muestra como inabarcable –incluso para los propios moradores que desconocen muchos de sus rincones-, repleto de galerías laberínticas, pasadizos oscuros, altísimas torres, amplios patios, mohosas habitaciones, fuertes muros o elevadas pasarelas. Probablemente sea la figura de este castillo, por similitud con esos caserones góticos arropados de naturaleza,  la atmósfera de decadencia que emana de unos personajes torturados y sometidos a las rigurosas leyes y pétreos rituales y su recargado lenguaje repleto de descripciones lo que emparenta a estas novelas con la tradición gótica del fantástico. No obstante, en sus páginas no encontramos elementos sobrenaturales ni mágicos, aunque la extrañeza sea el material que lo envuelva todo, desde un tiempo indeterminado a un aislamiento casi total del exterior. De hecho, se puede admitir que la acumulación de hechos extraños –como diría Todorov- hace que presintamos que existe algo fantástico en la narración.
La fortaleza de Gormenghast se aparece como una entidad malévola que arrastra y somete con su aliento espectral a la dinastía de los Groan y a todos sus moradores, mediante la tradición, la ley y la estricta rigidez de sus normas. Como decía Rafael Llopis, “sus habitantes son muertos en vida” que deambulan como sombras por un laberinto decadente y sin luz. Pero en ese mismo espacio surge la rebelión contra lo establecido a través de dos personajes: el maquiavélico Pirañavelo  y el mismo Titus Groan. Se ha querido ver en sus páginas una alegoría  contra la ciega sumisión a la tradición, la rígida organización clasista y el rancio sistema educativo de la sociedad británica de su época y de ahí surge la búsqueda de la libertad que ansía Titus. Acaso sea eso y mucho más, una obra inimitable o como decía Anthony Burgess “no hay nada que se le parezca en toda nuestra literatura en prosa”.


El poder visual que emana de sus maravillosas y poéticas descripciones —no olvidemos que Peake fue un excelente ilustrador y pintor— logra que entremos en la fortaleza y nos extraviemos continuamente como un personaje más. El detallismo de sus laberintos descriptivos con un lenguaje recargado que hace avanzar la acción de forma parsimoniosa, plagado de metáforas y comparaciones de carácter sombrío, puede parecer en algunos momentos agotador, aunque pienso que su finalidad es envolver el espacio y la trama en una oscura confusión, permitiendo al lector compartir la pesadumbre y el desasosiego de sus herrumbrosos habitantes. Pero también encontramos  un delirante, sutil en ocasiones, sentido del humor que ridiculiza las costumbres y a sus enfermizos personajes. Asimismo, la naturaleza cobra en el segundo libro un significativo papel purificador frente al rigor de los pétreos muros y en ocasiones refleja la grotesca distorsión de ese mundo:
“Una de estas gotas colgó por un momento de una hoja de encina. Y mientras así colgaba, su cuerpo era titánico. Todo el vasto verano creció en ella; reflejaba las hojas, el lago y el cielo. La arboleda se extendía sobre ella, balanceándose junto con el calor, cada rama, cada hoja. Y cuando las plumas azules echaban a volar, el movimiento del paisaje en miniatura se estremecía, pendiendo. Al fin la gota se hundió y descendió, y mientras se alargaba, el reflejo distorsionado de las altas y ruinosas masas del distante edificio moteadas con ventanas anónimas, y de la yedra posada sobre el ala sur como una mano negra, empezó a temblar dentro de la perla estirada, a punto de desprenderse del borde de la hoja de encina”.

Los habitantes de esta oscura fortificación tienen nombres evocadores. Encontramos al conde de Gormenghast Lord Sepulcravo, una figura fantasmal que vive encerrado en su biblioteca creyéndose un buho y esclavizado por la tradición que le exige permanentes rituales diarios; su mujer Gertrude, quien vive continuamente rodeada y dedicada a sus amados pájaros y gatos y desapegada de sus hijos; Titus Groan, el futuro conde que busca continuamente rebelarse contra las imposiciones rituales mientras reflexiona sobre su lugar en este mundo; lady Fucsia, la soñadora hermana de Titus que habita en un permanente mundo de fantasía; Excorio, el fiel y servicial criado del conde, apegado a la tradición; Agrimoho y Bergantín,  sucesivos maestros del ritual ceremonioso y devotos guardianes de las inmemoriales costumbres; el doctor Prunescualo, quizás la única figura sensata e irónica de la función, símbolo de la razón y el caos y el personaje más cercano al lector; Pirañavelo, el arribista e inteligente servidor que acabará por detonar toda la acción y una de las creaciones más memorables de toda la obra. Naturalmente pueblan también esta obra multitud de personajes, como los profesores, las tías gemelas, los moradores del otro lado o todos aquellos que aparecen en el tercer tomo de la trilogía, en la cual Titus abandona el castillo para enfrentarse con otro mundo y para acabar descubriendo que Gormenghast sigue muy presente en él a pesar del inicial rechazo.

Quizás sean los dos primeros libros los más deslumbrantes porque, además de situarse en Gormenghast, ofrecen momentos épicos muy significativos: El  deambular de Pirañavelo por los tejados y torres, huyendo de su origen y buscando la fisura que permita derribar la dinastía de los Groan, para acabar entendiendo que el mal se debe ejecutar en las entrañas; la inacabable pelea entre el grasiento cocinero Volturno y el fidelísimo Excorio, un prodigio de tensión alargada; y el soberbio clímax final entre Pirañavelo y Titus en un castillo inundado hasta las estancias superiores, inundación purificadora frente a la destructiva maldad, donde aparece por primera y única vez el héroe redentor. Aun así, en Titus solo, que se desarrolla en un mundo de apariencia futurista aunque sospechosamente contemporáneo, hay imágenes muy sugerentes como ese Subrío, que parece la catacumba de los desheredados, y ese mundo estratificado vigilado por policías inexpresivos y cámaras espía que nos recuerda mucho a Orwell.
Estas obras han tenido una muy estimable adaptación televisiva de los dos primeros libros en 4 capítulos a cargo de la BBC. Multitud de artistas han pretendido evocar el misterio de esta obra e incluso el propio Peake esbozó de forma grotesca algunos de sus personajes. Lamentablemente, la edición de Minotauro está descatalogada y es casi imposible encontrarla en el mercado de segunda mano (a no ser que sea en su lengua original), por lo que urge una reedición que de a conocer este hito literario a nuevos lectores.