sábado, 31 de agosto de 2013

Zweig, entre la pasión y la obsesión




Retornar a Stefan Zweig de vez en cuando es asegurarse una lectura de calidad, de palabras bien punteadas y emociones sabiamente dirigidas. Entre su abundante obra no es difícil encontrar textos donde las palabras fluyen y los argumentos invitan al pensamiento, aunque bien es cierto que unas cuantas de sus obras descollan por encima del resto porque se aproximan a lo sublime. En cierto modo, este resurgimiento de la obra de Zweig en España, que le está dando el reconocimiento cualitativo que no obtuvo en sus mejores épocas, cuando no era visto más que como un envidiado autor de best-sellers, tiene mucho que ver con el marchamo de calidad que ofrecen sus narraciones. Y uno se pregunta si es que el nivel actual ha descendido tanto que es necesario rescatar autores de amplia cultura con buen hacer literario o es que con el paso de los años hemos aprendido a dejarnos seducir por la melodía de sus textos, redescubriendo así a un auténtico orfebre de las palabras. Me inclino a pensar que la calidad no tiene caducidad y que en un momento u otro debe aflorar ajena a las modas, pues se convendrá que Zweig no fue precisamente un experimentador de nuevas técnicas narrativas, sino más bien un escritor harto convencional que destilaba pasión en su oficio.

Carta de una desconocida (1948) de Max Ophuls
Además de escribir algunas lúcidas y emocionantes biografías y de regalarnos con uno de los libros de memorias más inolvidables que conozco, escribió varias obras de ficción entre novelas, cuentos e incluso una obra teatral. Sus novelas suelen ser casi relatos largos donde trata de plasmar con intensidad un sinfín de emociones. De entre las más populares traigo tres: Carta de una desconocida (1927), Veinticuatro horas en la vida de una mujer (1929) y Novela de ajedrez (1941).

Carta de una desconocida es un soliloquio apasionado, una misiva de amor eterno que recibe un famoso escritor. La elegante prosa de Zweig encaja admirablemente para narrar esa melancólica historia de amor no correspondido, una historia desgarradora de sufrimiento que se convierte en pasión enfermiza. Cada inicio de fragmento de la carta de esa amante desconocida viene punteado por el triste “Mi hijo murió ayer…”, aunque a medida que la historia avanza también lo hará ese comienzo. Si bien la autora de la carta se justifica diciendo que no es una misiva de reproche, es evidente que al enviarla está recordándole al destinatario que la visión del amor que tiene él es frívola, frente a la sincera pasión y fidelidad extrema que ejerce ella. La capacidad del autor para hablar desde el corazón femenino, aunque sea desde un corazón enfermizo hasta la obsesión, es una de sus muchas virtudes. Sin forzar excesivamente, el autor logra conmovernos aunque no lleguemos a entender tanto exceso.

Juego de reyes (1960) de Gerd Oswald
En Veinticuatro horas en la vida de una mujer, Zweig da voz a una mujer que al cabo de los años encuentra un interlocutor sin prejuicios al que poder explicarle un episodio de su vida, una aventura que marcará el resto de sus años. El autor nos habla de nuevo de las pasiones humanas con mano maestra, pero la historia no logra que interioricemos el drama pasional porque es una obra más encorsetada y en cierta manera demasiado tradicional para que nos sorprenda. De todas maneras, en esta narración de amor no correspondido y engaño se nos transmite un debate sobre la moral y los prejuicios muy interesante, además de describirnos con gran detallismo el perfil psicológico de un jugador compulsivo.

La última novela escrita por Zweig antes de suicidarse y quizás la más querida y admirada de sus obras es Novela de ajedrez. Allí encontramos a un autor desencantado que ya no ve salida a la tragedia humana que los nazis han desencadenado. Es fácil ver el simbolismo de esta obra, pues el autor encaja con ese personaje central de la historia que es el Sr. B, un culto vienés apasionado por el ajedrez que se enfrentará en el tablero  a un ser racional y frío, símbolo de la poderosa Alemania; la tradición y la caballerosidad frente al arribismo y la mecanicidad. En sus poco menos de cien páginas, Zweig construye una narración perfecta y un estudio psicológico de gran profundidad, donde pasión y obsesión se intercalan de forma dramática.

La historia que el Sr. B cuenta al narrador sobre su aprendizaje del juego del ajedrez es el eje central de toda la obra y ejerce tal poder de seducción sobre el lector que se acaba entrando en el mundo interior de un personaje abocado a la esquizofrenia. Su sufrimiento es el nuestro porque se entiende su obsesión, que es su única tabla de salvación y a la vez ayuda a comprender un poco mejor a Stefan Zweig, quien siempre bordeó la débil línea que separaba la pasión de la obsesión.