El espacio onírico
ocupa un campo suficientemente amplio en nuestras vidas como para eludirlo o no
prestarle la adecuada atención, a pesar de que no siempre somos conscientes de
ello. Soñar ha sido una ocupación común a todas las culturas y épocas e
interpretar los sueños una tarea en la que nos hemos aventurado los seres
humanos desde la lejana antigüedad, con
la intención de comprender el mundo a través de esa realidad distorsionada y
simbólica.
Aunque la
popularidad del psicoanálisis freudiano y los posteriores trabajos de Jung
proporcionaron al sueño la importancia real que el inconsciente tiene en
nuestras vidas, no debemos olvidar que hasta entonces el sueño era tratado como
un estado pasivo donde sin más todas las funciones vitales se interrumpían. Remontándonos
a la mitología griega, descubrimos que Hypnos era el hermano gemelo de la
muerte.
Por otro lado, los
estudios de carácter científico sobre el sueño son bastante recientes: el
electroencefalograma apareció en los años 30 del siglo XX y el descubrimiento
del sueño REM y la división de los diferentes estadios del sueño no llegaría
hasta la década de los años 50. Los diversos experimentos y teorías que han
intentado recoger para qué sirve el sueño, cuáles son nuestros relojes
internos, qué patologías vienen asociadas o qué es lo que soñamos fueron
compendiados hace 30 años por el periodista científico Dieter E. Zimmer en Dormir
y soñar y no parece que haya habido grandes avances, por lo que aparentemente
el sueño se resiste a mostrar sus secretos más ocultos.
Pero en cambio, la
obra de Jacobo Siruela El mundo bajo los párpados -una aproximación
multidisciplinar al origen, historia e interpretación de los sueños-, al alejarse convenientemente del cientifismo que
gobierna en los trabajos sobre el sueño, se convierte en un brillante ensayo
que aborda el onirismo desde múltiples perspectivas. Se pregunta Siruela por qué
nunca ha sido escrita una historia de los sueños a pesar de haberse recogido múltiples testimonios que han demostrado la importancia de lo soñado en el mundo
real y para ello el autor se hace eco de algunos famosos sueños que han
repercutido en los acontecimientos históricos, como los de George S. Patton,
Otto von Bismarck o Asurbanipal, pero también de los premonitorios sueños de
Abraham Lincoln o René Descartes.
El mundo de los
antiguos oráculos es quizás una de las representaciones más claras de la
necesidad que tiene el ser humano de interpretar lo oculto. Siruela hace un
recorrido por esos templos donde se incubaba el sueño, como el de Asclepio en
Epidauro, y nos recuerda que un lugar donde el prestigio terapéutico de la
interpretación onírica se ha mantenido durante tantos siglos, no puede ser
despachado como un simple rito pagano Las experiencias místicas de aquellas
épocas no distan mucho de las modernas hipnosis y curaciones homeopáticas y nos
recuerda con reveladora claridad que "la conciencia racional quiere
olvidar este aspecto que empapa de arriba abajo todo el devenir de la realidad
humana y borrar las huellas irracionales que siempre va dejando lo simbólico en
la psique de los hombres y mujeres de todas las épocas. Pero la historia de lo
inconsciente es intemporal, y tanto si avanzamos como si retrocedemos en el
tiempo, siempre encontramos plenamente vivos los mismos patrones antropológicos
bajo la aparente normalidad racional de la vida cotidiana", ese
inconsciente colectivo que apuntaba Carl G. Jung.
Hervey de Saint-Denys |
Uno de los capítulos
más atractivos del libro nos descubre el apasionante intento de algunos hombres
por introducirse en el mundo de los sueños; onironautas, los llama Siruela.
Dejando a un lado los trabajos de gente como Ouspenski o Willem van Eeden, el
personaje más curioso y sorprendente es Marie Jean Léon Le Coq d'Hervey de
Saint-Denys, quien logró moverse a su antojo por el mundo de sus sueños, para
contemplarlos y anotarlos. Su solitario trabajo no ha tenido igual y todo el se
basa en la observación de los fenómenos oníricos y en la constatación de una
serie de principios fenomenológicos basados en su propia experiencia:
-No se puede dormir
sin estar soñando. Igual que el pensamiento no deja de fluir en la vigilia,
mientras dormimos no podemos dejar de soñar.
-Pensar una cosa
equivale a soñar con ella. Para ello es fundamental el papel de la memoria que
es capaz de combinar los contenidos de la mente. Y es que, como dice Siruela:
"es la memoria -no la imaginación- la materia prima de la que están hechos
los sueños. La imaginación es la fuerza impulsora, la función combinatoria y,
en definitiva, la guionista del onirismo".
-Todas las imágenes
y sensaciones de nuestros sueños emanan de los recuerdos de nuestra vida real.
Todo lo vivido se ha almacenado y puede surgir en cualquier momento.
-La voluntad y la
conciencia pueden conservarse durante el sueño para dirigir el recorrido del
espíritu a través del mundo de las ilusiones. Este principio quedó alterado al
aparecer en su mundo incontrolables pesadillas y aspectos impuros para la
sociedad de aquella época.
Saint-Denys logró
entrar y llegar a dirigir el teatro de los sueños, pero como otros onironautas
no llegó a entender que nosotros no somos más que meros espectadores de una
obra creada por otro. Su exhaustivo trabajo fue rapidamente olvidado porque no
se atrevió a dar un paso más allá y encontrar una explicación al porqué y para
qué soñamos.
Carl G. Jung |
Pero Siruela recoge
además los enfoques filosóficos de Schopenhauer, psicológicos de Jung y
científicos de John W. Dunne. Los trabajos de Schopenhauer en este campo le
llevaron al concepto de fatalismo trascendental, ya que sus experiencias le
demostraron que somos capaces de conocer anticipadamente el futuro a través de
los sueños, de lo cual se puede deducir que todo en este mundo sucede por
rigurosa necesidad. Para este autor existe una voluntad de dimensión metafísica
que domina el aparente azar que nos gobierna -destino para los griegos, fatum
para los romanos o providencia para cristianos y musulmanes-. Desde la
perspectiva psicológica, Jung fue el primero en entender la conexión entre el
mundo externo e interno, en aproximarse al significado de los sueños. Sus experiencias
le llevaron a acuñar el término de inconsciente colectivo como aquel arquetipo
que se mantiene latente en la psique humana, la voluntad del destino que argüía
Schopenhauer, desarrollando asimismo la teoría de la sincronicidad que intenta
explicar la ley que une lo físico y lo psíquico. Y por último están los
trabajos de John William Dunne que publicó en Un experimento con el tiempo.
Según este, mucho de lo que soñamos versa sobre acontecimientos futuros y por
tanto parece que accedemos a otra dimensión temporal, ya que el universo es
matemáticamente multidimensional y se halla en continuo movimiento.
El mundo bajo los
párpados es un libro apasionante que abre múltiples
caminos y que despierta el anhelo de indagar en ellos. La ciencia parece negarse
a abordar el mundo onírico si tiene que recoger experiencias que no controla,
mientras que la literatura según Roger Caillois "prolonga extrañamente las
turbaciones del espíritu, tal como es dable imaginarlo en la aurora de la
historia humana, vacilando entre los asombrosos fantasmas de los sueños y la
insípida constancia del decorado que vuelve a encontrar en cada
despertar".
Para esta entrada he utilizado El mundo bajo los párpados de Jacobo Siruela editado en Atalanta, Dormir y soñar. La mitad nocturna de nuestras vidas de Dieter E. Zimmer editado en la biblioteca científica Salvat, el capítulo del libro de Roger Caillois Imágenes, imágenes titulado "Prestigios y problemas del sueño" y la obra de Carl G. Jung El hombre y sus símbolos de la editorial Paidós.