La fascinación que ha ejercido el Egipto faraónico y su sorprendente civilización durante siglos no podían pasar desapercibidas para la literatura, porque el influjo que ofrecen los misterios aún por desvelar y el hecho de que su religión se dirija hacia el más allá, hacia un reino de los muertos donde los faraones momificados van a parar, ha propiciado que ese mundo sea terriblemente atractivo a los ojos de un público deseoso de emociones fantásticas en un espacio real. La conexión con la inmortalidad y la misma figura de una momia ancestral cuyo cuerpo se mantiene al paso de los años sin desintegrarse hacen que la literatura enmarcada en el Antiguo Egipto nos siga deslumbrando.
Y es que para la literatura fantástica y de terror, la temática de las antiquísimas momias venidas de tiempos remotos que despiertan en un mundo moderno son un argumento de gran aliciente, pues el misterio ominoso proviene de algo real y terrestre. Como acertadamente explica Antonio José Navarro en su aclaratorio y breve estudio sobre el fascinante mito de la momia, ésta se sitúa entre el mundo de los muertos y el de los vivos, abriendo una tercera vía unida a los terrores de ultratumba. La momia despierta en un espacio que no es el suyo, debido a la imprudencia de unos arqueólogos que desatan todos los males de los que habían sido advertidos. Lo curioso de la historia es que las advertencias contra profanadores de tumbas pertenecen a la realidad y el hecho de que la prensa resaltara algún caso concreto donde la profecía se había cumplido por mera coincidencia despertó un interés inusitado por ese Egipto misterioso. La famosa maldición de Tutankamon, cuyo descubrimiento aún podemos leer apasionadamente en Dioses, tumbas y sabios de C.W. Ceram, vino a darle al tema de las momias el acicate necesario. Los periódicos de la época empezaron a ofrecer todo tipo de conexiones entre las misteriosas muertes de algunos de los expedicionarios, allegados o gente conectada de alguna forma con el hallazgo y la maldición faraónica que se debía cernir sobre los profanadores de la tumba real.
Aunque las historias sobre momias provienen ya del siglo XIX, haciendo referencia al clásico retorno del amado o amada a la vida -como en las notables La novela de la momia de Théophile Gautier o La joya de las siete estrellas de Bram Stoker y algunos cuentos interesantes de Conan Doyle o Sax Rohmer-, no será hasta los hechos referidos sobre maldiciones cuando encuentre su temática fundamental, propiciando gran cantidad de relatos y novelas de calidad dudosa. También es justo reconocer que el cine con La momia de Karl Freund y después con las producciones de la Hammer consiguió darle una cierta categoría al mito, pero nunca a la altura de un Frankenstein o un Drácula, pues todavía está por escribir la gran novela sobre la momia.
Arthur Conan Doyle fue uno de esos autores que supo acercarse con maestría a cualquier género, descollando en el policíaco con su impagable personaje de Sherlock Holmes y en el de aventuras con sus singulares profesor Challenger, brigadier Gerard o Sir Nigel -obras que siguen produciendo auténtica felicidad en el lector-. El talento de Conan Doyle para tramar historias de gran imaginación y la sorprendente clase como escritor capacitado para mantener el brío narrativo en sus historias, lo han convertido en un clásico de las letras británicas que se mueve con soltura en la novela, pero que domina como pocos el relato. De su infinidad de cuentos, divididos en temáticas variadas -marineros, de aventuras, de boxeo, militares, históricos, de suspense y terror- destaca su Lote nº 249 como una de las mejores historias sobre momias egipcias.
Lote nº 249 es un relato que no necesita acudir a Egipto, ni hablar de maldiciones y ni siquiera apuesta por retornos de amores del más allá; su historia acontece en el Old College de Oxford y tiene como personajes principales a los tres habitantes de una de las torres del College. Aparece una momia que resucita e incluso mata, pero la maestría de Conan Doyle es su sabia dosificación de la tensión dramática, que en ningún momento resulta terrorífica, pero consigue avivar el interés por los acontecimientos venideros de forma magistral. En pocas pinceladas es capaz de ponernos en situación y dibujar precisos caracteres de personajes con gran brillantez. Un mito del terror como la momia puede caer en el ridículo o la vulgarización en manos poco hábiles, pero Conan Doyle, como demostró en sus otras aproximaciones al personaje, sabe extraer la tensión necesaria al no forzar el elemento macabro, sirviéndose más del curioso personaje que la pone en movimiento.
Quizás el mito de la momia ha sido superado por la realidad moldeada con maldiciones y no ha encontrado un testimonio literario adecuado, pero no cabe duda que en este espacio fue Conan Doyle el único que dio el lustre adecuado a esos polvorientos vendajes.