miércoles, 29 de diciembre de 2010

Los oscuros abismos del terror

El mar oculta en su inabarcable inmensidad infinitos misterios. Las violentas tempestades nos muestran el terror al desatar sus fuerzas, pero también el agua  en calma puede provocar tensas situaciones sugeridas por la quietud de un medio desconocido. El mar es un lugar inhóspito en multitud de ocasiones, misterioso, sugerente y por momentos terrorífico y un lugar así es necesariamente un espacio literario del que numerosos escritores se han ocupado. La literatura de aventuras se ha servido continuamente del mar porque ese misterio aludido y la incapacidad de dominarlo es lo que activa la pasión aventurera; cercano a ese género y en muchas ocasiones indisociablemente unido, el fantástico y terror aborda el paisaje marítimo como el último reducto misterioso de nuestro planeta. El mar, a la vista casi infinito y monocorde, oculta en sus profundidades abismales espacios y seres que,  como todo lo desconocido, provoca pasiones.
Muchos escritores se han acercado al mar como tema literario, pero estoy seguro de que nadie ha profundizado en la creación de misterios y terrores marítimos como lo hizo William Hope Hodgson en sus novelas y cuentos. La obra de este gran autor está siendo redescubierta en nuestro país gracias al magno trabajo de la editorial Valdemar que anda empeñada en proporcionar a los aficionados un buen motivo de satisfacción al editar casi toda su obra en su imprescindible colección gótica. Supongo que para muchos de nosotros ha sido el último gran redescubrimiento de un maestro clásico y nos ha dado la posibilidad de leer algunas de las historias más sorprendentes e imaginativas de la literatura. H. P. Lovecraft, de quien es un auténtico precursor, dejó escrito en su imprescindible El horror sobrenatural en la literatura que "pocos pueden igualarlo en presagiar mediante alusiones casuales y detalles insignificantes la proximidad de fuerzas desconocidas y entidades monstruosas que nos acosan, o en sugerir impresiones de lo espectral y lo anormal en relación con lugares y edificios".
Aunque sobre todo debemos hablar de Hodgson como el gran creador de un mar de sugerencias ominosas, pues su experiencia personal como grumete y marino profesional le sirvió para hacernos creíbles todas sus aventuras, ya que contienen la percepción de una persona que describe aquello que conoce al detalle. Las historias de Hodgson están plagadas de términos náuticos que hacen que el lector se sitúe con facilidad en el lugar descrito, como si sintiera en toda su intensidad la aventura narrada. Sus memorables relatos ambientados en el mar nos abren un sinfín de horrores y misterios que acechan a los perplejos navegantes y desbordan al lector por su continua tensión. Las algas que cubren el mar de los Sargazos se convierten en misteriosos bosques marítimos donde las secretas y monstruosas criaturas aguardan a los barcos que allí encallan, convirtiendo en inolvidables algunos relatos como Desde el mar sin mareas o El descubrimiento del Graiken. Otras veces la naturaleza en forma de hongo viscoso es la que envuelve con su horror a los personajes y nos entrega perlas imperecederas del género como Una voz en la noche o La nave abandonada. Adentrarse en cualquiera de sus historias cortas del mar y dejarse llevar por la marea de sus horrores supone dejar la puerta abierta a uno de los mejores escritores fantásticos que pueda leerse y por ello recomiendo la lectura de su última gran antología publicada, titulada Los mares grises sueñan con mi muerte.
Sin embargo hasta ahora William Hope Hodgson era reconocido por sus novelas. Las tres primeras: Los botes de Glen Garrig, La casa en el confín de la tierra y Los piratas fantasmas fueron agrupadas por el mismo autor como una trilogía del más profundo horror y aquí fueron bautizadas sugerentemente por Valdemar como La trilogía del Abismo al publicarlas conjuntamente.
Los botes de Glen Garrig viene a ser como una extensión de sus mejores relatos. Situada también en el mar de los Sargazos y por tanto envuelta por el misterio de las desconocidas y brutales criaturas que lo habitan, la historia narra las aventuras de una tripulación que se interna a la deriva con sus botes en el inmenso mar de algas hasta arribar a una misteriosa isla donde sobrevivirán al horror emulando el buen hacer robinsoniano. El libro avanza con pasajes insuperables y deriva en novela aventurera de rescate, dejando un buen sabor de boca.
La otra aventura náutica de largo recorrido es Los piratas fantasmas, donde Hodgson consigue estremecer al máximo al lector con momentos antológicos, como los ataques nocturnos en la arboladura de la nave por seres que se intuyen pero que no se llegan a vislumbrar del todo o como el inquietante final de esos barcos fantasmales surcando las profundidades. Una de las mejores historias de suspense y tensión que haya podido leer nunca, con un poder de sugerencia dramática insuperable y es que probablemente la fuerza de Hodgson resida en su capacidad de crear ambientes e imbuirnos de ellos.
Aún así, la obra  más imperecedera y reconocida del autor es La casa en el confín de la tierra. Su espacio ya no es el mar, que es donde mejor se maneja Hodgson y, no obstante, todo aquel que haya leído esta obra conservará sus absorbentes imágenes para siempre. Aunque se deben reconocer algunas imperfecciones estructurales en la novela sugeridas por los críticos, es tan grande el poso que deja a un lector ávido de emociones y tan sorprendente su desbordante imaginación que todo se le perdona. Leer esta obra es rendirse totalmente al poder de la imaginación, significa asumir que te entregas a una ficción irrepetible, a un libro que contiene la fantasía y el horror en grados superlativos. La casa en el confín de la tierra es en esencia la historia de un solitario enfrentado a sus propios terrores, un viaje alucinante que oprime al lector con la parte del asedio a la casa y que deja aturdido con su viaje astral, "algo casi único en la literatura clásica" en palabras de Lovecraft. Una novela que ha ejercido una influencia mucho mayor de lo que su fama pudiera sugerir.
A falta de leer su última y definitiva gran obra, El país de la noche, que acontece en un futuro lejano y que en palabras del mismo Lovecraft constituye "una de las obras de imaginación macabra más logradas que se han escrito", he confesado aquí mi absoluta devoción por este autor de desbordante imaginación y creador de aterradores espacios, un escritor que debe ser recuperado como el gran maestro de la narración terrorífica moderna.


martes, 14 de diciembre de 2010

Cimientos del terror filmado

El género fantástico y de terror se ha cultivado predominantemente a través de los cuentos e historias cortas. Este género, aunque con antecedentes ilustres, se origina y desarrolla en el siglo XIX y no obstante nunca haya vuelto a tener el esplendor de ese siglo, ha conseguido abrir diferentes caminos que sí se han popularizado hasta nuestros días - me refiero esencialmente a la ciencia-ficción y a la fantasía épica-.
Pero aquí me interesa hablar específicamente de esa literatura ominosa asociada comúnmente con el fantástico, una literatura que contiene historias de locura, fantasmas, vampiros, obsesiones, crueldades o mundos paralelos poblando tan espléndidos relatos. Al adentrarnos en estos mundos, lo primero que llama la atención es que, salvo las clásicas y magníficas excepciones de libros como Drácula, Frankenstein, Melmoth el errabundo o El monje, la mayoría de estas historias nos llegan a través del cuento; o sea que el relato fantástico y de terror se desenvuelve mejor cuando la trama y los personajes se dibujan en pocas pinceladas, quizás porque permite sugerir y evocar al lector, porque amaga más que muestra; de hecho en cierta manera esto mismo sucede en la gran novela Drácula, donde el vampiro apenas es mostrado para producir mayor inquietud. Las historias de corto recorrido pretenden ser, ante todo, creadoras de situaciones de tensión y sólo los grandes maestros son capaces de ofrecer mucho más en pocas líneas.
Y cuando el cine ha pretendido desarrollar el género de terror, se ha visto obligado a recurrir invariablemente a estas historias para crear sus argumentos cinematográficos. Pocas veces el cine ha inventando desde cero, limitándose a transcribir ideas o evolucionarlas a partir de los relatos ya existentes y así autores como Poe -en infinidad de ocasiones-, M.R. James, H.G. Wells, R.L. Stevenson, J.S. Le Fanu, Saki, N. Gogol, A. Conan Doyle, W.Irving, R. Matheson o H. James han visto como sus historias pasaban a ser argumentos más o menos logrados del cine de género fantástico y de terror.
Pero junto a los grandes escritores consagrados, coexisten las obras de algunos otros desconocidos o semidesconocidos que han servido de base literaria para la creación de algunas piezas maestras o en todo caso de auténtico culto para los buenos aficionados al cine. Me permito destacar aquí dos pequeñas pero prodigiosas historias macabras que dieron lugar a dos de las películas más singulares del inicio del sonoro y que con el tiempo se han convertido en auténticas rarezas. Se trata de Espuelas de Tod Robbins y La más peligrosa de las cazas de Richard Connell, origen  respectivamente de las películas Freaks de Tod Browning y El malvado Zaroff de E.B. Schoedsack e Irvin Pichel.
Tod Robbins
En Espuelas, Tod Robbins resaltó ese aspecto grotesco del mundo circense para ofrecer una turbia historia de venganza con un toque de crueldad realmente malsano. Este neoyorkino sólo es recordado por ser el autor de este cuento, aunque deambuló constantemente por el horror literario publicando con éxito sus historias en populares magazines de la época. El actor Lon Chaney leyó una de esas historias y convenció a su amigo Tod Browning para realizar la película The Unholy Three, en la cual aparece el enano Harry Earles como coprotagonista. Éste, unos años después, propondría al mismo director la adaptación de otro relato de Robbins donde el personaje principal era un enano de circo. El cuento es incluso más duro que la película resultante, pues en ésta aún se conserva un aire de humanismo y solidaridad entre seres marginados, mientras que en el relato todos los personajes hacen gala de su crueldad infinita y la venganza es el leitmotiv principal. La película Freaks se ha convertido con los años en una obra de culto, una rareza con imperfecciones pero a la vez con un misterio insondable y perfecta muestra de film transgresor e irrepetible que aún hoy en día sigue suscitando repulsión y solidaridad a partes iguales. La escena de la venganza final de los Freaks, aun habiendo sido mutilada, supone una de las imágenes más perturbadoras del cine.

Richard Connell
Con La más peligrosa de las cazas, Richard Connell describe una tremebunda historia de sadismo y perversión. El conde Zaroff, cansado y desmotivado de la caza común, explica a su oponente: "Deseaba un animal ideal para cazarlo, y me pregunté cuáles serían las condiciones del enemigo en una lucha ideal. Y la respuesta fue, por supuesto: debe tener valor y astucia y, sobre todo, debe ser capaz de razonar". A partir de esta premisa, la lucha por la supervivencia del perseguido y su sensación de animal acorralado recorren las páginas de este relato con absoluta concisión.  La adaptación que hicieron Schoedsack y Pichel sigue fielmente la obra, aunque incorpora nuevos personajes que permiten incluir diálogos y añade junto al personaje femenino una carga erótica y sadomasoquista que Juan Antonio Molina Foix señalaba acertadamente: "uno de los mayores aciertos del film es haber comprendido la profunda significación erótica de las cacerías y haber introducido motivaciones sexuales en el voluptuoso juego propuesto por Zaroff". Esta película que siempre ha pasado bastante desapercibida, todavía sorprende por su aire malsano. De Connell no nos han llegado muchas más obras, aunque se sabe que fue guionista de películas tan memorables como Juan Nadie de Frank Capra.
Los pequeños héroes de la literatura que han proporcionado la base de las películas que tanto admiramos, también merecen una revisión. Es probable que haga fortalecer nuestros vínculos con filmes tan imperecederos.