Durante algunos períodos de su vida, Mark Twain se dedicó a recorrer los estados de norteamérica como conferenciante. En grandes teatros abarrotados desgranaba sus particulares historias, en un remedo del monologuista-humorista actual. Después de probar sus textos en pequeñas poblaciones, de manera que pudiera ir puliéndolos, se acercaba a las grandes ciudades donde el triunfo solía ser absoluto. Twain supo distinguir a tiempo entre lectura y dramatización porque "las cosas escritas no son para decirlas en voz alta; su forma es literaria; son rígidas, inflexibles y no se prestan a un resultado feliz y efectivo al emplear la lengua hablada, donde su propósito es meramente entretener, no instruir". Convirtió algunos de sus escritos en auténticos monólogos con finales improvisados y con humor, con mucho humor, porque Twain siempre se reconoció en el papel de humorista e incluso incorporó la técnica de la "cara de plato", según la cual decía lo que le venía en gana pero con una inalterable expresividad facial, provocando reacciones de lo más sorprendente en sus oyentes.
Jose Antonio Marina dice en Elogio y refutación del ingenio que "El ingenio es la rebelión de la inteligencia, que quiere dejar de ser seria, para huir de sus multiplicadas servidumbres". El ingenio es juego constante y en la literatura es jugar con el lenguaje y las palabras, crear frases que luchan contra la esclavitud de la lógica y el sentido común. Twain fue un gran jugador de eternas frases ingeniosas, de palabras reunidas bajo el epígrafe del humorismo, puesto que para él, "humorismo es el aspecto jovial de la verdad".
Mark Twain habla de su nacimiento, riéndose de las estadísticas y de sí mismo cuando dice: "El pueblo se componía de un centenar de personas y yo aumenté la población en un uno por ciento. Es mucho más de lo que el hombre mejor de la historia podía haber hecho por un pueblo". Ahí está la fuerza del ingenioso autor, la brevedad y la rotundidad de una frase que explica un hecho común de una forma divertida. En el almanaque de Cabezahueca Wilson nos deja otra de sus frases lapidarias llenas de festivo humor: "Adán era hombre, esto lo explica todo. No deseó la manzana por la manzana en sí, sino porque estaba prohibida. El error consistió en no prohibirle la serpiente...pues entonces se la habría comido". De hecho Mark Twain escribió una de sus obras más divertidas basándose en el tema de la creación, su Diario de Adán y Eva es un escrito elaborado en forma de dietario donde el ingenio humorístico fluye con total precisión. Marina cita a Bajtin diciendo que "La parodia desmonta los ritos y las imágenes monoestilísticas de cuanto se convierte en estático y se erige en autoridad" y es que la parodia sobre la creación de Twain es ciertamente liberadora de creencias.
A veces su sentido del humor se convierte en comentario chistoso, como cuando afirma que "Dejar el vicio de fumar es la cosa más fácil del mundo. Lo digo con experiencia, porque yo lo he dejado mil veces". La levedad, es decir la ausencia de gravedad que proporciona el comentario jocoso pertenece a ese reino del ingenio que tanto frecuenta Twain. Pero también sabe navegar en los mares de la sátira, la burla y en ocasiones el sarcasmo, como cuando ataca a Webster, causante de su ruina editorial: "Webster era un buen agente general, pero no sabía nada de publicaciones y se mostraba incapaz de aprender nada sobre ello. Con el paso del tiempo me di cuenta de que se había comprometido a resucitar la Vida de Cristo de Henry Ward Beecher. Yo le sugerí que debería haberla intentado con la de Lázaro, porque ya se intentó una vez y todos sabíamos que se podía hacer".
Yo, que siempre he sido proclive a sentir admiración por los ingeniosos, reconozco en Mark Twain a uno de los grandes y leo atento su inteligente verbo, gozando en silencio con sus talentosos juegos.
Mark Twain habla de su nacimiento, riéndose de las estadísticas y de sí mismo cuando dice: "El pueblo se componía de un centenar de personas y yo aumenté la población en un uno por ciento. Es mucho más de lo que el hombre mejor de la historia podía haber hecho por un pueblo". Ahí está la fuerza del ingenioso autor, la brevedad y la rotundidad de una frase que explica un hecho común de una forma divertida. En el almanaque de Cabezahueca Wilson nos deja otra de sus frases lapidarias llenas de festivo humor: "Adán era hombre, esto lo explica todo. No deseó la manzana por la manzana en sí, sino porque estaba prohibida. El error consistió en no prohibirle la serpiente...pues entonces se la habría comido". De hecho Mark Twain escribió una de sus obras más divertidas basándose en el tema de la creación, su Diario de Adán y Eva es un escrito elaborado en forma de dietario donde el ingenio humorístico fluye con total precisión. Marina cita a Bajtin diciendo que "La parodia desmonta los ritos y las imágenes monoestilísticas de cuanto se convierte en estático y se erige en autoridad" y es que la parodia sobre la creación de Twain es ciertamente liberadora de creencias.
A veces su sentido del humor se convierte en comentario chistoso, como cuando afirma que "Dejar el vicio de fumar es la cosa más fácil del mundo. Lo digo con experiencia, porque yo lo he dejado mil veces". La levedad, es decir la ausencia de gravedad que proporciona el comentario jocoso pertenece a ese reino del ingenio que tanto frecuenta Twain. Pero también sabe navegar en los mares de la sátira, la burla y en ocasiones el sarcasmo, como cuando ataca a Webster, causante de su ruina editorial: "Webster era un buen agente general, pero no sabía nada de publicaciones y se mostraba incapaz de aprender nada sobre ello. Con el paso del tiempo me di cuenta de que se había comprometido a resucitar la Vida de Cristo de Henry Ward Beecher. Yo le sugerí que debería haberla intentado con la de Lázaro, porque ya se intentó una vez y todos sabíamos que se podía hacer".
Yo, que siempre he sido proclive a sentir admiración por los ingeniosos, reconozco en Mark Twain a uno de los grandes y leo atento su inteligente verbo, gozando en silencio con sus talentosos juegos.