domingo, 18 de abril de 2010

Un cajón de cuentos (VIII): Los tres jinetes del Apocalipsis de G. K. Chesterton


Los griegos en la antigüedad ya mostraron su afición por las paradojas e incluso la más célebre de todas pertenece al legendario poeta Epiménides, que vivió en Creta hace más de 2500 años, quien dicen que propuso aquello de "Todos los cretenses son mentirosos", una contradicción de la lógica que nos ha dejado perplejos desde entonces.
Y una prueba de que todavía en nuestros días despiertan gran interés es el trabajo del ilustre matemático Martin Gardner que ha profundizado en el terreno del ingenio y la paradoja a través de múltiples artículos y libros. En su ¡Aja! Paradojas que hacen pensar además de analizar algunas célebres paradojas lógicas, numéricas, geométricas, probabilísticas, estadísticas o temporales, realiza una clasificación de las mismas, teniendo siempre presente el significado de expresión que encierra una aparente contradicción. Uno de los tipos que presenta Gardner es la de paradoja como "afirmación que parece falsa, aunque en realidad es verdadera", lo que me sirve para introducir el relato que aquí traigo.
Como es sabido la literatura se puede concebir como un juego entre lector y escritor, aunque a veces esta diversión aparece de forma explicita. La obra paradigmática del juego creativo e ingenioso sería Alicia en el país de las maravillas del matemático Lewis Carroll -existe, por cierto, una edición definitiva anotada por Martin Gardner- que contiene multitud de problemas de ingenio, paradojas y juegos de palabras. Sin embargo, en el terreno de las paradojas literarias existe un nombre destacado, un autor admirado por Borges y de gran influencia para sus escritos más metafísicos; se trata de Gilbert Keith Chesterton, un escritor británico de la época dorada que ha pasado a la posteridad por sus ensayos biográficos de célebres escritores y por el entrañable Padre Brown, un extraordinario detective aficionado de gran agudeza psicológica que es capaz de desentrañar los casos más aparentemente irracionales y que prolongó su vida literaria durante unos cincuenta relatos, recopilados en cinco libros, -de los que existen recientes y excelentes ediciones en El Acantilado y Valdemar-.
Sus historias fundamentadas en la parábola, el relato simbólico y especialmente en la paradoja se emparentan claramente con su contemporáneo Kafka. Chesterton hizo de la paradoja casi un estilo para el desarrollo de sus narraciones y su libro más emblemático al respecto es aquel que precisamente lleva el título de Las paradojas de Mr. Pond, una recopilación de ocho cuentos donde la paradoja se encarga de estructurar la narración y permitir el desarrollo de la historia. El autor comienza cada uno de los relatos realizando una afirmación chocante en boca de Mr. Pond: "Una vez conocí a dos hombres que llegaron a estar tan completamente de acuerdo que lógicamente uno mató al otro" o "Recuerdo un ejemplo bastante singular en el que cierto gobierno hubo de considerar la deportación de un extranjero deseable", para después acompañarnos en una análisis de la historia, evitando las comunes distracciones de la novela policíaca y proponiendo una solución de orden psicológico.
De un libro memorable que invita a mover las neuronas destaca por su brillantez el relato de Los tres jinetes del Apocalipsis, narración que Borges ya recopiló en su Antología del cuento policíaco. En este cuento Mr. Pond se encarga de hacer plausible una afirmación tan paradójica como : "Todo fracasó porque la disciplina era excelente. Los soldados de Grock lo obedecieron demasiado bien; por eso no logró lo que se propuso". Una historia que narra con maestría la época de húsares prusianos, héroes nacionalistas, correos a caballo, rigidez militar y tantos otros buenos detalles que nos trasladan con eficacia a esa convulsa etapa de románticos revolucionarios enfrentados a poderosas naciones subyugadoras. El cuento nos entrega dos perspectivas del mundo y hace hincapié en la visión de los soldados que ven desaparecer su rígida hegemonía a través de la figura del mariscal Von Grock, quien en frases como "Nada me preocupa el mundo más allá de los lindes de la frontera" o "El mundo cambia no por lo que se comenta o por lo que se reprueba o ensalza, sino por lo que se hace" deja entrever que los militares necesitan actuación por encima del pensamiento. Chesterton trabaja maravillosamente los retratos psicológicos que ayudan a dar las claves resolutivas de este enigma paradójico.
Reconozco mi debilidad por este relato que contiene mucho de lo que yo espero de la literatura y por eso no me canso de releerlo y recomendarlo.

lunes, 5 de abril de 2010

El cine de Nino Rota


De entrada he de confesar mi admiración por la obra musical de Nino Rota, al que considero uno de los compositores más notables del siglo XX. El causante de que fijara mis oídos en este músico ha sido José María Latorre, la persona que más y mejor ha escrito sobre Rota en este país, quien a través de su imprescindible obra Nino Rota, la imagen de la música, nos acerca en profundidad a la vida y especialmente a la obra del compositor de memorables bandas sonoras para el cine, pero también de una obra clásica destacadísima -óperas, conciertos, sinfonías, música sacra, cantatas, etc-. De hecho, esta división de su obra, que nunca fue deseada por el compositor, hace que mucha gente desconozca sus piezas más serias y otros no den valor a su música cinematográfica por ser demasiado popular. La injusticia de las etiquetas se cebó especialmente en Rota que siempre fue castigado por realizar una música fuera de su tiempo, no acorde con la atonalidad imperante de las vanguardias, demasiado agradable para la escucha por sus ricas melodías, algo indignante para una parte de la crítica.
Pero traigo a Nino Rota aquí por sus excepcionales composiciones cinematográficas que forman parte ya de nuestro acervo cultural. Rota compuso música para películas con tanta rigurosidad como cuando componía obras más serias, porque no creía en las diferencias de rango y niveles en la música, llegando a afirmar que "ya sea música para cine u otra música, yo pongo siempre el mismo empeño. Sólo es distinto el territorio técnico en que me muevo".
Es probable que el Rota más reconocido sea el de músico de Fellini, pues formaron un tandem indisociable. Se hace difícil pensar en otro músico que fuera capaz de poner notas en los surrealistas sueños de Fellini y esa es una de las características que hace de Rota un músico cinematográfico irrepetible, pues era una constante la búsqueda de una música que se adaptara a las imágenes, que no fuera mero acompañamiento sino que permitiera recordar. Sus festivas marchas circenses, sus evocadoras melodías, sus jazzísticos comentarios o sus disonantes distorsiones son parte de ese mundo tan querido de Fellini. Dentro de este binomio encontramos piezas muy populares como La strada, Amarcord, La dolce vita o Fellini ocho y medio, pero creo que una de las obras más fascinantes del cine de Fellini y la obra maestra absoluta de Rota en su cine es Casanova, una composición atípica, original y muy misteriosa. Las primeras imágenes con la gran cabeza surgiendo del canal al compás de O Venezia, Venaga, Venusia son memorables; pero la música de la película es un continuo de sorprendentes y nada comunes creaciones de gran inventiva, donde destaca la bellísima melodía de Pin Penin que canta la Buranella como una especie de nana nostálgica.
De sus trabajos con Visconti, destaca su música de carácter más sinfónico para El Gatopardo. De hecho la música pertenece a la hasta entonces inacabada Sinfonía sopra una canzone d'amore que Visconti aceptó entusiasmado pues se adaptaba como un guante al decadente ambiente que creaba el director. Sigue siendo muy placentero escuchar el lírico y melodioso tema de amor de Tancredo y Angélica, junto a los valses, mazurcas, polkas y otros que Rota compuso para la soberbia parte final.
Personalmente, siento un especial aprecio por las obras que compuso para las adaptaciones shakesperianas que hizo Franco Zeffirelli, quizás dos de las más logradas que se han realizado. La fierecilla domada comienza con un caudal insuperable de música durante su primer cuarto de hora, sucediéndose una melódica obertura para la llegada a la ciudad de Padua, diversas danzas (pavana, pasacalle, madrigal..) que acompañan el ambiente festivo callejero y hasta el salmo que cantan los estudiantes para la apertura del año universitario; muy sugerentes para una comedia de Shakespeare. La segunda obra es Romeo y Julieta, la inmortal obra llevada al cine como nunca que necesitaba una música evocadora del tiempo en el que se desarrollaba. Rota nos obsequió con deliciosas danzas, coros o un bello Ave María a la manera renacentista y además compuso el hermoso tema de amor que presentaba de diversas formas, fundiéndolo con los temas de Romeo y de Julieta. La inspiradísima melodía de Rota necesita ser escuchada en su formato original, porque fuera se vulgariza y desvirtúa totalmente.
Aunque quizás la más popular de sus colaboraciones sea la realizada para las dos primeras partes de El Padrino, con el celebérrimo tema de amor. La historia que rehace los dramas de Shakespeare en el hostil ambiente mafioso se vehicula sobre el poder y los asesinatos que éste requiere, siempre bajo la cadencia de un magnífico vals que se convierte en el leit motiv de la tragedia, una idea que Rota no dudaba en reconocersela a Coppola: "Coppola me dio la idea de subrayar con un vals la cadena de delitos. El movimiento circular del vals es tan circular como esa propia cadena de delitos: un círculo cerrado, algo que vuelve, se reproduce y no acaba nunca. Y, de hecho, cada vez que hay un tiroteo, un muerto o un herido, se escucha el tema del vals".
Para acabar, pienso que, con Bernard Herrmann, Nino Rota es el compositor más cinematográfico, el que mejor supo entender las imágenes de una película adaptándose a la servidumbre del cinematógrafo y es por eso y por el placer de compartirlo que lo traigo aquí. Dejo algunas de sus maravillosas piezas: el tema de amor de Romeo y Julieta en su versión cantada, la bellísima Pin Penin de Casanova cantada por la Buranella, el sinfónico tema de amor para El gatopardo y una selección de algunas películas que llevan su música al ritmo del vals de El padrino. Disfrutad.