sábado, 28 de noviembre de 2009

Un cajón de cuentos (I): La callejuela tenebrosa de Jean Ray


Se dice que Jean Ray fue un personaje de leyenda con una vida cargada de literatura. Como siempre gustaba recordar, era nieto de una piel roja, una auténtica dakota de la que estaba muy orgulloso. Durante más de veinte años anduvo navegando por todos los mares del mundo y ejerció de traficante de alcohol y puede que de armas también. Personaje pendenciero e inabordable, libre y aventurero, con un rostro duro y semejante a una fantástica gárgola gótica (en feliz descripción de uno de sus amigos), un físico marcado a fuego y acero, fruto de peleas y amores tumultuosos. Su prologuista y amigo Henri Verne lo describía así: "¡Jean Ray! Se le llama cara de piedra, mano de piedra, corazón de piedra. Algo de verdad hay en esto. Esa máscara de brujo, de hechicero que habla de demonio a demonio con Satanás, cuyo perfil hace pensar infaliblemente en la hoja de un hacha; esa máscara no da la impresión de estar tallada en la carne, sino en una materia gris, extraída de los propios cráteres de la Luna; una materia que todos los soles, los vientos del mundo, de los siete mares y de los cinco continentes, han tocado, pero no la han marcado."
Jean Ray es el inspirado continuador de las aventuras de Harry Dickson, un Sherlock Holmes americano, y de multitud de relatos aventureros y folletinescos, pero sobre todo es el autor de una amplia obra fantástica que da origen a "la escuela belga de lo extraño". Su novela más famosa es la extraña casa de Malpertuis, sorprendente residencia de unos personajes muy especiales dominados por un particular demiurgo; obra original e insólita, aunque no me parezca la gran obra maestra que se pretende. Por contra, en sus relatos si que aparece un excelente escritor, creador de un terror en estado puro -especialmente en su magnífica La callejuela tenebrosa-, donde a través del recurso de los manuscritos encontrados se nos presenta una misteriosa calle que no existe en el espacio-tiempo y que es el lugar donde acontecen misteriosos y escabrosos crímenes. Los manuscritos nos presentan los acontecimientos desde el interior y el exterior y nos permiten atisbar cómo una fuerza misteriosa y difícil de describir provoca el miedo y el terror, un miedo que proviene de lo desconocido e inaccesible. En Ray, el terror no tiene forma y por eso angustia aún más.
Actualmente, es difícil encontrar obras de Jean Ray publicadas en España, pues a mi parecer no ha sido reconocido en su justa medida. Malpertuis ha sido publicada alguna vez y sus relatos se pueden encontrar dispersos por antiguas antologías (el comentado aquí se puede encontrar en la red). Con un poco de suerte se pueden adquirir unas Obras escogidas publicadas por Aguilar en 1965 en alguna librería o mercado de segunda mano, como me sucedió a mí. Entre tanta producción de género de baja calidad, no estaría de más reeditar a autores clásicos como este semiolvidado Jean Ray.

domingo, 15 de noviembre de 2009

La infancia y Miyazaki

El estreno en cine de Mi vecino Totoro (1988) y la edición en DVD de Ponyo en el acantilado de Hayao Miyazaki son una magnífica excusa para hablar de las dos obras más personales de este autor que está demostrando, película tras película, una inagotable genialidad temática y narrativa.
Mi encuentro con Miyazaki fue casual, cuando en la búsqueda de películas de animación para niños, oí hablar de El viaje de Chihiro. El descubrimiento de esta obra de arte me hizo ver que la animación no es sólo paraíso de la infancia, que hay cine con mayúsculas en muchas obras de dibujos (y no me refiero solamente a la perfección técnica del dibujo digital). No me extenderé ahora hablando de esas otras obras de Miyazaki, como la citada o El castillo en el cielo, El castillo ambulante, Porco Rosso, La princesa Mononoke y Nausicaa, aunque sí las recomiendo fervientemente.
Si semanas atrás citaba Matar un ruiseñor y La noche del cazador como dos de las mejores aproximaciones a la infancia, creo que es justo nombrar estas dos películas de Miyazaki como el complemento ideal en versión animada. Además, él mismo ha comentado que parten de experiencias propias: por un lado su madre estuvo postrada por una grave infección durante más de ocho años, al igual que la madre de Satsuki y Mei en Mi vecino Totoro; por otro, el enfrentamiento público que tuvo con su hijo Goro, que le recriminaba haber sido un padre ausente durante su infancia, por lo que a manera de disculpa Miyazaki creó la película de Ponyo en el acantilado, donde la situación de Sosuke es tan cercana a su propia historia familiar.
Estos datos biográficos no me parecen baladíes, porque demuestran el cariño puesto en estas dos películas. Pienso que ojalá hubiéramos crecido nosotros con historias tan bien contadas como éstas, donde la magia del mundo infantil, el amor a los pequeños detalles y a las personas cercanas está tan bien retratado.

Mi vecino Totoro
, de la cual escuche decir a un alto directivo de Disney que era la mejor película infantil que había visto, aparece como una versión de Alicia en el país de las maravillas en la que dos hermanas entran en un mundo fantástico al traspasar la puerta de entrada de ese jardín maravilloso. Allí descubrirán a Totoro, ese ser generoso y protector -emblema del estudio Ghibli desde entonces- y a otros pequeños seres mágicos e incluso a una representación del gato de Alicia, el misterioso gatobús -genial creación de ensueño que maravilla a cualquier niño-. La tierna relación de las dos hermanas, la creación de un universo infantil fantástico y tenebroso a la vez o la delicadeza con la que trata el tema de la enfermedad de la madre, hacen que esta película sea irrepetible. Yo, desde luego, animo a que la vean todos los niños que entran en casa, como el pequeño tesoro que es.
Ponyo en el acantilado tiene como base La sirenita de Andersen, pero se desmarca para ir jugando con habilidad entre la fantasía y la realidad, mezclando ambos mundos. La percibo, sobre todo, como una historia de amor entre dos niños pequeños a los que Miyazaki trata con mucho cariño, un niño y una niña que se sorprenden y maravillan -uno por las cosas fantásticas que ve, la otra por la sencillez de las pequeñas cosas que descubre en la vida terrena-. Creo que no es fácil ponerse en la piel de dos pequeños niños de cinco años que están descubriendo el mundo y descubriéndose mutuamente, pero Miyazaki demuestra sabiduría donde otros cometieron torpezas. Los personajes que rodean a estos dos niños también rebosan ternura, la vejez y la infancia sutilmente van de la mano: la residencia de ancianas está junto a la guardería y así el niño protagonista convive y se relaciona con ellas; más adelante éstas vuelven a caminar y a jugar en un fantástico mundo submarino, porque han permanecido en contacto con la infancia.
Ambas obras van acompañadas del extraordinario trabajo de su habitual compositor, Joe Hisaishi. Canciones pegadizas e infantiles junto a momentos mucho más sinfónicos, como aquel de Ponyo en que se emula al celebérrimo fragmento de La cavalgata de las valquirias -no olvidemos que Ponyo en el mundo acuático se llama Brunilda y que, como ella, busca el amor de su particular Sigfrido, en este caso de Sosuke-.
Si dejamos de una vez los prejuicios hacia el cine de animación como cine exclusivo de niños, descubriremos que Hayao Miyazaki es uno de los últimos grandes creadores de la historia del cine.

sábado, 7 de noviembre de 2009

Pere Calders: Humor, absurdo y fantasía

En el género del cuento sobresale un nombre en la literatura catalana, un escritor que obtuvo reconocimiento a partir de finales de los años 70 gracias, sobre todo, a la mítica representación que de algunos de sus cuentos realizaron Dagoll Dagom en Antaviana y a la publicación de una de sus colecciones de cuentos más atractivas: Invasió subtil i altres narracions.

Pere Calders es poco conocido en el resto de España, aunque algunos de sus cuentos aparecen de vez en cuando en antologías de literatura fantástica. Merece mejor suerte y por eso pretendo reivindicarlo aquí como uno de los escritores que mejor abordó el género fantástico en nuestro país.
Aunque escribió alguna novela, su reconocimiento le viene como cuentista, donde parecía sentirse más a gusto pues era un género que le permitía mayor flexibilidad argumental y temática, huyendo así de la novela realista y psicológica. Se ha comentado a veces que sus cuentos entran dentro del realismo mágico, el anterior al boom latinoamericano, el auspiciado por su originario creador: Massimo Bontempelli. De hecho, este autor visitó Barcelona en 1934 y un año después se publicaba la versión catalana de 21 cuentos suyos; Calders confesó que los había leído y le habían agradado. Otra de sus claras influencias fue Kafka, aunque este autor más que una influencia es una presencia constante en la literatura del siglo XX. Las situaciones que aparecen en los cuentos de Calders poseen muchas veces el elemento kafkiano, ese adjetivo que se ha convertido en símil de situación absurda y es que el absurdo es uno de los elementos definitorios de los relatos de Calders. En una situación aparentemente cotidiana, entra un elemento que distorsiona la realidad y trastoca todo el entramado, convirtiéndolo en absurdo. Este elemento queda tan integrado en el relato que lo aceptamos como un hecho normal, aunque podemos estar en el territorio de lo insólito y lo maravilloso -cercano en muchos de sus relatos a los presentados por Rod Serling en La dimensión desconocida-.
Otro de los puntos remarcables en su escritura es el humor y la ironía, que envuelve todos sus relatos. Nunca es un humor sarcástico ni cruel, porque Calders trata con cariño a sus personajes, no pretende juzgarlos ni condenarlos aunque se muevan de manera absurda y sus reacciones provoquen consecuencias negativas. El humor acaba desarmando cualquier pretensión de trascendencia y Calders lo domina como pocos.
Aprecio en Calders la facilidad que tiene para moverse entre fantasía y realidad, haciéndonos entrar en su juego sin casi percibirlo y así acabamos por concebir un mundo lleno de momentos mágicos que se incorporan a la cotidianeidad más mediocre. Es destacable también su constante cultivo del microrrelato en casi todos sus libros, donde dejó pequeñas cápsulas maestras de ironía y fantasía.
De sus libros de cuentos hay uno especialmente destacable: Cróniques de la veritat oculta, que contiene alguno de sus relatos más memorables. También destacan Invasió subtil i altres contes, Demà a les tres de la matinada o la recopilación Tria personal. En castellano se pueden encontrar algunas de sus obras traducidas pero descatalogadas, aunque destacaría para el que quiera iniciarse la antología que él mismo preparó para la editorial Anagrama y que se ha vuelto a reeditar: Ruleta rusa y otros cuentos.

Os dejo una pequeña muestra de sus pequeñas perlas:

Qüestions de tràmit
Van dir al reu que tenia el dret d'una última voluntat, però ell respongué que passava, perquè no s'entendrien pas.
Balanç
Tot just quan estava a punt d'abastar la galleda, va fallar-li una cama i caigué al pou. Mentre queia, va passar-li allò tan conegut de veure d'un cop d'ull tota la seva vida. I la va trobar llisa, igual i monòtona (dit sigui entre nosaltres), de manera que s'empassà l'aigua d'ofegar-se amb una exemplar resignació.
No se sap mai
De les quatre rodes del cotxe, n'hi havia una que girava al revés. Però era la bona, perquè provava d'allunyar-se d'una corba que ens va desmanegar a tots.
A tornajornals
Un dels grans enamorats que registra la Història (encara que de moment no ho sembli), fou Lluís XVI, que va perdre el cap per Maria Antonieta. I tingué la sort, enmig de la desgràcia, d'esser correspost en la mateixa mesura per la seva estimada.