miércoles, 23 de diciembre de 2009

Un cajón de cuentos (III): El país de los ciegos de H. G. Wells

H. G. Wells pertenece a una edad de oro de la literatura británica, aquella que despunta a principios del XIX y llega hasta las primeras décadas del siglo XX. En esta época, hay tal cantidad de grandes creadores y obras que es fácil que algunos de nuestros libros de cabecera pertenezcan a ella. Probablemente, acudiré en muchas ocasiones para encontrar a mis tusitalas preferidos.
Parece ser que el encorsetamiento de la época victoriana obligó a los escritores a buscar salidas en la fantasía creativa y es por esto que se puede hablar de las islas británicas como una auténtica tierra de fantasmas y espectros.
Wells, que publicó sus obras más imperecederas a caballo entre el XIX y el XX, fue hijo de este tiempo y también se contagió de esa necesidad de escapar de la realidad. Su obra de ciencia-ficción (término acuñado con posterioridad por el escritor y editor americano Hugo Gernsback en 1926) es lo mejor que nos legó; historias contadas con sencillo vocabulario, pero con un gran poder imaginativo: La máquina del tiempo, La isla del doctor Moreau, El hombre invisible, La guerra de los mundos y tantas otras, que se convirtieron inmediatamente en clásicos y que conservan intacta la sensación placentera para cualquier lector. El mismo Borges confesaba : "Lamento haber descubierto a Wells a principios de nuestro siglo, querría poder descubrirlo ahora para sentir aquella deslumbrada y, a veces, terrible felicidad".
Pero Wells también fue maestro en la narración corta, dejando algunos libros de relatos realmente excepcionales, con una poderosa capacidad de inventiva. Sus pequeñas historias han sido el inicio de casi todo lo que la ciencia-ficción ha desarrollado después y es por eso que se le considera como fundador del género, aunque más nombrado que leído. Pero es muy probable que Wells superara todo eso, pues en sus historias está el germen de su obra posterior, de sus preocupaciones sociales: perteneció a la Sociedad Fabiana, cuyo objetivo era instaurar el socialismo de forma pacífica. Sus libros de relatos, que actualmente se pueden encontrar traducidos casi integramente, son un deleite para los amantes de las historias fantásticas y contienen piezas memorables, incluso un adelanto muy brillante de la sociedad que nos iba a presentar Orwell en 1984.
De todos sus cuentos destaca especialmente para mí El país de los ciegos. Es un relato que se presenta como una historia legendaria, donde el autor nos introduce con una brillante economía narrativa en el origen de este mítico país de fábula. La historia narra con perfecta verosimilitud la incapacidad de un hombre, que aparece accidentalmente en aquel paraje, para dominar a los "limitados" habitantes de aquel país, la imposibilidad de imponer la superioridad que da la visión en una sociedad cerrada: el protagonista se obceca en repetirse a sí mismo que "en el país de los ciegos el tuerto es el rey". Alberto Manguel también apunta con buen tino que la obra se puede ver como "la tragedia del profeta, del artista, del visionario, de aquel que por entender lo que otros no entienden, por ver lo que otros no pueden ver, es condenado al escarnio". En todo caso es un relato que nos introduce en otro Wells, quizás más alegórico, pero también de gran fuerza creadora, con un tono de fantasía menos científica.
Italo Calvino escogió este relato para su antología de cuentos fantásticos del XIX y Borges lo seleccionó entre sus grandes cuentos para su memorable colección de La biblioteca de Babel. El peso de ambos autores debería ser suficiente para recomendar su lectura.

martes, 15 de diciembre de 2009

Saul Bass o la película empieza en los títulos de crédito

Hace poco más de cincuenta años Saul Bass, un creativo diseñador gráfico de Nueva York, se introdujo en el mundo del cine gracias al visionario director Otto Preminger y revolucionó un aspecto que hasta ese momento no había tenido apenas interés: los títulos de crédito. A partir de entonces los espectadores empezaron a comprobar que los minutos iniciales de una película podían constituir una síntesis de lo que se iba a proyectar o una presentación de personajes, tramas, etc. Saul Bass también se mostró como un extraordinario cartelista que aportó su estilo abstracto al diseño de carteles cinematográficos, allí donde antes sólo se mostraba la figura de los principales intérpretes. El cine evolucionaba hasta en sus detalles más nimios gracias a Bass y su influencia llega hasta nuestros días, pues a su sombra han surgido grandes artistas que han creado excelentes cortometrajes e introducciones antológicas llenas de creatividad.
La innovación creativa de Bass durante toda su vida, con sus diseños abstractos de alto contenido simbólico, con su maravillosa utilización del color, con sus variadas formas geométricas, hacen que sus títulos de crédito sean toda una experiencia visual. Pero además, Saul Bass entendió que la música tenía un papel fundamental en este inicio y por esto colaboró estrechamente con los músicos en algunas de sus brillantes aportaciones: Elmer Berstein, Jerome Moross, Bernard Hermann, Alex North, Victor Young, Ernest Gold o Leonard Berstein fueron algunos de los grandes compositores que vieron como sus introducciones eran asociadas a un diseño que simbolizaba y resumía lo que el espectador estaba a punto de visualizar.
Dentro de mis preferencias personales están La vuelta al mundo en 80 días de Michael Anderson, Alien de Ridley Scott, La edad de la inocencia de Martin Scorsese, Espartaco de Stanley Kubrick, West side story de Jerone Robbins/Robert Wise, El hombre del brazo de oro, Anatomía de un asesinato de Otto Preminger(su director más fiel) y por supuesto las tres grandes obras de Alfred Hitchcock, Con la muerte en los talones, Vértigo y Psicosis. En todas sus obras se aprecia, cada una en su estilo, un trabajo de síntesis excepcional donde es capaz de introducirnos en el estado emocional que requiere la película y simbolizar a la perfección la historia que se va a narrar.
Se dice que también planificó la magistral escena de la ducha en Psicosis, aunque Hitchcock también se apropiaba de la idea. Nunca se ha aclarado si fue obra de uno o de otro o de ambos, aunque lo mismo da, pues los dos acumulan suficiente cantidad de méritos como para pasar a la historia del cine.
Probablemente, muchos cortometrajistas han sabido aplicar las enseñanzas sobre economía narrativa de este gran creador e incluso han surgido buenos profesionales de títulos de crédito con excelentes obras, pero ante el alarmante retorno que se está produciendo hacia las simples rotulaciones, se echa de menos la mano de este maestro irrepetible y único. Conviene revisar sus obras y dejarse llevar por su calidad.



domingo, 13 de diciembre de 2009

Homenaje a Antonio Machado

De un poeta tan próximo a sus gentes siempre me han atraído sus sentencias, sus pequeñas canciones o sus parábolas porque son como las del viejo maestro que nos ilustra. Por eso en mi homenaje escojo una de sus tiernas parábolas:

Era un niño que soñaba
un caballo de cartón.
Abrió los ojos el niño
y el caballito no vio.
Con un caballito blanco
el niño volvió a soñar;
y por la crin lo cogía...
¡Ahora no te escaparás!
Apenas lo hubo cogido,
el niño se despertó.
Tenía el puño cerrado.
¡El caballito voló!
Quedóse el niño muy serio
pensando que no es verdad
un caballito soñado.
Y ya no volvió a soñar.
Pero el niño se hizo mozo
y el mozo tuvo un amor,
y a su amada le decía:
¿Tú eres de verdad o no?
Cuando el mozo se hizo viejo
pensaba:todo es soñar,
el caballito soñado
y el caballo de verdad.
Y cuando vino la muerte,
el viejo a su corazón
preguntaba: ¿Tú eres sueño?
¡Quién sabe si despertó!

domingo, 6 de diciembre de 2009

Un cajón de cuentos(II): Los siete mensajeros de Dino Buzzati

Uno de los relatos que más admiro es esa pequeña pieza maestra del italiano Dino Buzzati titulada Los siete mensajeros. Lo descubrí en una antología de cuentistas italianos y me pareció un relato tan perfecto y profundo que siempre vuelvo a él para penetrar en su misterio.
Dino Buzzati es un escritor que no ha tenido demasiada suerte y que ha pasado bastante desapercibido, a pesar de tener obras capaces de soportar el paso del tiempo. Borges y Calvino, siempre tan atentos a los grandes creadores, reconocieron su valía y anunciaron su reconocimiento futuro como gran clásico; probablemente no andaban desacertados a la vista de la reedición actual de sus obras en nuestro país.
De una producción literaria no muy amplia sobresalen sus novelas El desierto de los tártaros (su obra más conocida), El secreto del bosque viejo, Barnabo de las montañas o Un amor, pero para mí sus relatos son lo más destacado de toda su obra. Tiene varios libros de relatos, aunque el más célebre es la espléndida recopilación que él mismo realizó en Sesenta relatos, maravilloso compendio de su producción breve. Este libro contiene las mejores fantasías de su especialísimo mundo poético, de su extraña atmósfera capaz de transmitir amplias sensaciones con mínimos recursos.
Los siete mensajeros se presenta como un relato alegórico, cargado de elementos simbólicos: la muerte, los recuerdos, el paso del tiempo, la amistad...tratados a partir de un viaje de ida y sin retorno. El desasosiego producido por el camino emprendido, un viaje de descubrimiento, dramático pero necesario e irrenunciable. Buzzati nos muestra en pocas páginas lo que otros no son capaces de transmitir en una novela. La historia adquiere ese aire de fábula borgiana perdida en el tiempo y el espacio, tiene el misterio de lo antiguo, de leyenda atemporal que hace tan admirable este relato. Principio mágico para un libro extraordinario.

sábado, 28 de noviembre de 2009

Un cajón de cuentos (I): La callejuela tenebrosa de Jean Ray


Se dice que Jean Ray fue un personaje de leyenda con una vida cargada de literatura. Como siempre gustaba recordar, era nieto de una piel roja, una auténtica dakota de la que estaba muy orgulloso. Durante más de veinte años anduvo navegando por todos los mares del mundo y ejerció de traficante de alcohol y puede que de armas también. Personaje pendenciero e inabordable, libre y aventurero, con un rostro duro y semejante a una fantástica gárgola gótica (en feliz descripción de uno de sus amigos), un físico marcado a fuego y acero, fruto de peleas y amores tumultuosos. Su prologuista y amigo Henri Verne lo describía así: "¡Jean Ray! Se le llama cara de piedra, mano de piedra, corazón de piedra. Algo de verdad hay en esto. Esa máscara de brujo, de hechicero que habla de demonio a demonio con Satanás, cuyo perfil hace pensar infaliblemente en la hoja de un hacha; esa máscara no da la impresión de estar tallada en la carne, sino en una materia gris, extraída de los propios cráteres de la Luna; una materia que todos los soles, los vientos del mundo, de los siete mares y de los cinco continentes, han tocado, pero no la han marcado."
Jean Ray es el inspirado continuador de las aventuras de Harry Dickson, un Sherlock Holmes americano, y de multitud de relatos aventureros y folletinescos, pero sobre todo es el autor de una amplia obra fantástica que da origen a "la escuela belga de lo extraño". Su novela más famosa es la extraña casa de Malpertuis, sorprendente residencia de unos personajes muy especiales dominados por un particular demiurgo; obra original e insólita, aunque no me parezca la gran obra maestra que se pretende. Por contra, en sus relatos si que aparece un excelente escritor, creador de un terror en estado puro -especialmente en su magnífica La callejuela tenebrosa-, donde a través del recurso de los manuscritos encontrados se nos presenta una misteriosa calle que no existe en el espacio-tiempo y que es el lugar donde acontecen misteriosos y escabrosos crímenes. Los manuscritos nos presentan los acontecimientos desde el interior y el exterior y nos permiten atisbar cómo una fuerza misteriosa y difícil de describir provoca el miedo y el terror, un miedo que proviene de lo desconocido e inaccesible. En Ray, el terror no tiene forma y por eso angustia aún más.
Actualmente, es difícil encontrar obras de Jean Ray publicadas en España, pues a mi parecer no ha sido reconocido en su justa medida. Malpertuis ha sido publicada alguna vez y sus relatos se pueden encontrar dispersos por antiguas antologías (el comentado aquí se puede encontrar en la red). Con un poco de suerte se pueden adquirir unas Obras escogidas publicadas por Aguilar en 1965 en alguna librería o mercado de segunda mano, como me sucedió a mí. Entre tanta producción de género de baja calidad, no estaría de más reeditar a autores clásicos como este semiolvidado Jean Ray.

domingo, 15 de noviembre de 2009

La infancia y Miyazaki

El estreno en cine de Mi vecino Totoro (1988) y la edición en DVD de Ponyo en el acantilado de Hayao Miyazaki son una magnífica excusa para hablar de las dos obras más personales de este autor que está demostrando, película tras película, una inagotable genialidad temática y narrativa.
Mi encuentro con Miyazaki fue casual, cuando en la búsqueda de películas de animación para niños, oí hablar de El viaje de Chihiro. El descubrimiento de esta obra de arte me hizo ver que la animación no es sólo paraíso de la infancia, que hay cine con mayúsculas en muchas obras de dibujos (y no me refiero solamente a la perfección técnica del dibujo digital). No me extenderé ahora hablando de esas otras obras de Miyazaki, como la citada o El castillo en el cielo, El castillo ambulante, Porco Rosso, La princesa Mononoke y Nausicaa, aunque sí las recomiendo fervientemente.
Si semanas atrás citaba Matar un ruiseñor y La noche del cazador como dos de las mejores aproximaciones a la infancia, creo que es justo nombrar estas dos películas de Miyazaki como el complemento ideal en versión animada. Además, él mismo ha comentado que parten de experiencias propias: por un lado su madre estuvo postrada por una grave infección durante más de ocho años, al igual que la madre de Satsuki y Mei en Mi vecino Totoro; por otro, el enfrentamiento público que tuvo con su hijo Goro, que le recriminaba haber sido un padre ausente durante su infancia, por lo que a manera de disculpa Miyazaki creó la película de Ponyo en el acantilado, donde la situación de Sosuke es tan cercana a su propia historia familiar.
Estos datos biográficos no me parecen baladíes, porque demuestran el cariño puesto en estas dos películas. Pienso que ojalá hubiéramos crecido nosotros con historias tan bien contadas como éstas, donde la magia del mundo infantil, el amor a los pequeños detalles y a las personas cercanas está tan bien retratado.

Mi vecino Totoro
, de la cual escuche decir a un alto directivo de Disney que era la mejor película infantil que había visto, aparece como una versión de Alicia en el país de las maravillas en la que dos hermanas entran en un mundo fantástico al traspasar la puerta de entrada de ese jardín maravilloso. Allí descubrirán a Totoro, ese ser generoso y protector -emblema del estudio Ghibli desde entonces- y a otros pequeños seres mágicos e incluso a una representación del gato de Alicia, el misterioso gatobús -genial creación de ensueño que maravilla a cualquier niño-. La tierna relación de las dos hermanas, la creación de un universo infantil fantástico y tenebroso a la vez o la delicadeza con la que trata el tema de la enfermedad de la madre, hacen que esta película sea irrepetible. Yo, desde luego, animo a que la vean todos los niños que entran en casa, como el pequeño tesoro que es.
Ponyo en el acantilado tiene como base La sirenita de Andersen, pero se desmarca para ir jugando con habilidad entre la fantasía y la realidad, mezclando ambos mundos. La percibo, sobre todo, como una historia de amor entre dos niños pequeños a los que Miyazaki trata con mucho cariño, un niño y una niña que se sorprenden y maravillan -uno por las cosas fantásticas que ve, la otra por la sencillez de las pequeñas cosas que descubre en la vida terrena-. Creo que no es fácil ponerse en la piel de dos pequeños niños de cinco años que están descubriendo el mundo y descubriéndose mutuamente, pero Miyazaki demuestra sabiduría donde otros cometieron torpezas. Los personajes que rodean a estos dos niños también rebosan ternura, la vejez y la infancia sutilmente van de la mano: la residencia de ancianas está junto a la guardería y así el niño protagonista convive y se relaciona con ellas; más adelante éstas vuelven a caminar y a jugar en un fantástico mundo submarino, porque han permanecido en contacto con la infancia.
Ambas obras van acompañadas del extraordinario trabajo de su habitual compositor, Joe Hisaishi. Canciones pegadizas e infantiles junto a momentos mucho más sinfónicos, como aquel de Ponyo en que se emula al celebérrimo fragmento de La cavalgata de las valquirias -no olvidemos que Ponyo en el mundo acuático se llama Brunilda y que, como ella, busca el amor de su particular Sigfrido, en este caso de Sosuke-.
Si dejamos de una vez los prejuicios hacia el cine de animación como cine exclusivo de niños, descubriremos que Hayao Miyazaki es uno de los últimos grandes creadores de la historia del cine.

sábado, 7 de noviembre de 2009

Pere Calders: Humor, absurdo y fantasía

En el género del cuento sobresale un nombre en la literatura catalana, un escritor que obtuvo reconocimiento a partir de finales de los años 70 gracias, sobre todo, a la mítica representación que de algunos de sus cuentos realizaron Dagoll Dagom en Antaviana y a la publicación de una de sus colecciones de cuentos más atractivas: Invasió subtil i altres narracions.

Pere Calders es poco conocido en el resto de España, aunque algunos de sus cuentos aparecen de vez en cuando en antologías de literatura fantástica. Merece mejor suerte y por eso pretendo reivindicarlo aquí como uno de los escritores que mejor abordó el género fantástico en nuestro país.
Aunque escribió alguna novela, su reconocimiento le viene como cuentista, donde parecía sentirse más a gusto pues era un género que le permitía mayor flexibilidad argumental y temática, huyendo así de la novela realista y psicológica. Se ha comentado a veces que sus cuentos entran dentro del realismo mágico, el anterior al boom latinoamericano, el auspiciado por su originario creador: Massimo Bontempelli. De hecho, este autor visitó Barcelona en 1934 y un año después se publicaba la versión catalana de 21 cuentos suyos; Calders confesó que los había leído y le habían agradado. Otra de sus claras influencias fue Kafka, aunque este autor más que una influencia es una presencia constante en la literatura del siglo XX. Las situaciones que aparecen en los cuentos de Calders poseen muchas veces el elemento kafkiano, ese adjetivo que se ha convertido en símil de situación absurda y es que el absurdo es uno de los elementos definitorios de los relatos de Calders. En una situación aparentemente cotidiana, entra un elemento que distorsiona la realidad y trastoca todo el entramado, convirtiéndolo en absurdo. Este elemento queda tan integrado en el relato que lo aceptamos como un hecho normal, aunque podemos estar en el territorio de lo insólito y lo maravilloso -cercano en muchos de sus relatos a los presentados por Rod Serling en La dimensión desconocida-.
Otro de los puntos remarcables en su escritura es el humor y la ironía, que envuelve todos sus relatos. Nunca es un humor sarcástico ni cruel, porque Calders trata con cariño a sus personajes, no pretende juzgarlos ni condenarlos aunque se muevan de manera absurda y sus reacciones provoquen consecuencias negativas. El humor acaba desarmando cualquier pretensión de trascendencia y Calders lo domina como pocos.
Aprecio en Calders la facilidad que tiene para moverse entre fantasía y realidad, haciéndonos entrar en su juego sin casi percibirlo y así acabamos por concebir un mundo lleno de momentos mágicos que se incorporan a la cotidianeidad más mediocre. Es destacable también su constante cultivo del microrrelato en casi todos sus libros, donde dejó pequeñas cápsulas maestras de ironía y fantasía.
De sus libros de cuentos hay uno especialmente destacable: Cróniques de la veritat oculta, que contiene alguno de sus relatos más memorables. También destacan Invasió subtil i altres contes, Demà a les tres de la matinada o la recopilación Tria personal. En castellano se pueden encontrar algunas de sus obras traducidas pero descatalogadas, aunque destacaría para el que quiera iniciarse la antología que él mismo preparó para la editorial Anagrama y que se ha vuelto a reeditar: Ruleta rusa y otros cuentos.

Os dejo una pequeña muestra de sus pequeñas perlas:

Qüestions de tràmit
Van dir al reu que tenia el dret d'una última voluntat, però ell respongué que passava, perquè no s'entendrien pas.
Balanç
Tot just quan estava a punt d'abastar la galleda, va fallar-li una cama i caigué al pou. Mentre queia, va passar-li allò tan conegut de veure d'un cop d'ull tota la seva vida. I la va trobar llisa, igual i monòtona (dit sigui entre nosaltres), de manera que s'empassà l'aigua d'ofegar-se amb una exemplar resignació.
No se sap mai
De les quatre rodes del cotxe, n'hi havia una que girava al revés. Però era la bona, perquè provava d'allunyar-se d'una corba que ens va desmanegar a tots.
A tornajornals
Un dels grans enamorats que registra la Història (encara que de moment no ho sembli), fou Lluís XVI, que va perdre el cap per Maria Antonieta. I tingué la sort, enmig de la desgràcia, d'esser correspost en la mateixa mesura per la seva estimada.

viernes, 30 de octubre de 2009

Cine e ingenio

Hace unos veinte años aproximadamente, mientras estudiaba en la Facultad de Letras, me acerqué con curioso despertar intelectual a un cineclub de los que allí se organizaban. La película no la conocía, pero el horario me permitía hacer un intermedio entre clases y decidí entrar. Durante poco más de hora y media quede tan impresionado por lo que había visto, que el cine ya no volvió a significar lo mismo para mí.
Supongo que todos hemos ido descubriendo grandes y no tan grandes películas a lo largo de nuestra vida, unas nos han llevado a otras y así se ha formando nuestra cultura cinematográfica. Pero también existe alguna película que las circunstancias han convertido en algo especial. Para mí, aquella película significó el descubrimiento de una pasión latente: el cine como expresión artística. La película, que con el paso de los años me sigue pareciendo brillante en todos los sentidos, era El Crepúsculo de los dioses (Sunset Boulevard, 1950) de Billy Wilder.
Este preámbulo pretende presentar a uno de los creadores que más aprecio, un director-guionista que me ha cautivado en casi todas sus obras y cuya experiencia vital me ha parecido siempre muy atractiva.
Escuchando o leyendo sus entrevistas se evidencía que Wilder era un personaje con una gran capacidad irónica y un grado de ingenio realmente extraordinario. En Elogio y refutación del ingenio, Jose Antonio Marina propone una definición: "Ingenio es el proyecto que elabora la inteligencia para vivir jugando. Su meta es conseguir una libertad desligada, a salvo de la veneración y la norma. Su método, la devaluación generalizada de la realidad". Que Wilder en sus películas mostró un juego perpetuo es evidente, que sus vitriólicos comentarios sobre la realidad buscaron siempre atacar la norma imperante es una certeza, porque la ironía es un arma de la inteligencia y Wilder fue una persona muy cultivada que supo adaptarse a un país que no era el suyo y a una lengua que no era la suya -handicap inicial, pues el dominio de la lengua es fundamental para ejercer la ironía-.
Dice Marina:"Nuestro siglo, que ha sido, posiblemente, el más sangriento y trágico de la historia, justifica el descrédito de la seriedad, porque en el origen de las grandes tragedias que nos han conmovido aparece siempre alguien que se tomó algo demasiado en serio, fuese la raza, la nación, el partido o el sistema". Bien lo sabía Wilder, que lo vivió en sus propias carnes con el advenimiento del nazismo. Billy Wilder, que era judío, supo anticiparse a la situación que se avecinaba y huyó a París y más tarde a EE.UU., país donde desarrollaría su carrera. Una vez acabada la guerra, volvió a Alemania y comprobó que buena parte de su familia había muerto en el campo de concentración de Auschwitz; necesitó reírse de sí mismo y de aquella sociedad que auspició la llegada al poder del nazismo, para hacer catarsis de estos acontecimientos. Berlin Occidente, Traidor en el infierno y en especial Uno,dos,tres satirizaban una época y una cultura. El mismo Wilder contaba una anécdota al respecto de la clase de gente que, con su obediencia ciega, ayudó al desarrollo del nazismo. Cuando tras la guerra, acompañando al ejército americano, sucedió que en uno de sus habituales paseos en coche por Berlin estuvieron a punto de atropellar a un peatón que se encaró insultándoles en alemán. Wilder bajó del coche y le reprendió enfurecido, ordenándole que se quedara allí esperando mientras informaba a la policía militar. Se alejaron de allí y olvidaron el suceso, pero al cabo de unas horas volvieron a pasar por la misma calle y comprobaron que el hombre seguía en pie, esperando a las autoridades. Wilder siempre supo contar las anécdotas más divertidas a partir de experiencias trágicas muchas veces y es que, como dice Marina, "Parece que una inexplicable resistencia impide tratar lo trágico trágicamente y busca la solución en estilos ingeniosos, como por ejemplo, la ironía, a la que nuestro siglo ha considerado como el más alquitarado refinamiento intelectual".
Wilder utilizó la sátira, la burla y la agudeza verbal en sus guiones. Derrochó su ingenio agudo y mordaz para ridiculizar las hipocresías que rigen esta sociedad. En algunas ocasiones llegó al sarcasmo para burlarse de estamentos o personas, pero siempre conservó esa pátina romántica que hace tan cercanos y tiernos a sus personajes.
Las críticas que lanza como dardos envenenados a la prensa en El gran Carnaval o Primera Plana o al arribismo con En Bandeja de plata o El apartamento son de altísimo nivel. El cine de Wilder requiere atención continua por la cantidad de diálogos ingeniosos que descarga, pero siempre breves para que puedan ser asimilados. Algunas de sus referencias requieren un buen poso cultural, pero en general se puede hablar de un humor cercano y universal, esa es su mayor grandeza.
Recomiendo la lectura de cualquiera de sus libros de entrevistas, porque además de ser un repaso al siglo XX gracias a su prodigiosa memoria, es un dechado de jugosas y divertidas anécdotas. Termino con Marina, que como si hablara del mismo Wilder nos dice :"La fortaleza de la cultura de la risa, lo que la hace invencible, es que no admite excepciones: todas las cosas son ridiculizables. La ironía y el cinismo -su asiduo acompañante- son invencibles, porque ninguna prueba, réplica o crítica son eficaces contra un pensamiento que puede desdecirse, retroceder, negarse a sí mismo, o convertirse en su sombra o convertir en sombra, en último término, al contrincante".

martes, 20 de octubre de 2009

Ilustrando sueños

Ana María Matute -la mejor creadora del fantástico maravilloso en España- comentaba en una entrevista que cuando empezaba a escribir sus primeros cuentos de niña, intentaba ilustrarlos con dibujos que se parecieran a los de Arthur Rackham, pues era el dibujante que alumbraba sus sueños.
En la historia de los libros ilustrados, fundamentalmente en la literatura infantil, Arthur Rackham supuso el cénit de un período que es reconocido como época dorada de la ilustración. Este autor inglés, nacido en 1867 y que estudió en la Escuela de Arte de Lambeth, comenzó a trabajar con regularidad en una revista semanal llamada Westminster Budget, donde como reportero se dedicaba a la caricatura. Aunque su primer libro de ilustraciones data de 1893, no es hasta la publicación de los cuentos de los hermanos Grimm en 1900 y sobre todo con la edición limitada de Rip van Winkle de Washington Irving, que adquirirá la fama y el prestigio que ya nunca le abandonarían. Después llegarían todos sus grandes trabajos: Peter Pan, El sueño de una noche de verano, Ondina, El anillo de los Nibelungos, Los viajes de Gulliver, Alicia en el país de las maravillas, El viento en los sauces, los cuentos de Edgar Allan Poe o una recopilación de relatos maravillosos y populares llamada El libro de las hadas de Arthur Rackham.
De sus dibujos destacan por un lado aquellos que hizo en blanco y negro, donde en ocasiones consigue componer una escena con una o dos líneas, otras veces los recarga con multitud de líneas y puntos para expresar una sensación de angustia y en otras aparecen las figuras negras sobre fondo blanco, como en una composición de teatro de sombras. En todas ellas, el espíritu de la obra se refleja con mucha claridad y sencillez.
Pero sus composiciones más atractivas son sin duda sus acuarelas de color, con suaves colores donde los tonos y medios tonos se combinan magistralmente dando una sensación de difuminado que logra evocadoras estampas de ensueño. Allí aparecen sus amenazadores árboles con raíces de miedo, sus paisajes abigarrados que ocultan seres inesperados, sus tiernos y encantadores duendes, elfos o hadas junto a grotescos ogros y personajes guiñolescos de largas extremidades. También crea imágenes de una sensualidad extrema, especialmente con sus figuras femeninas.
La evocación de los mundos de fantasía tuvo en Arthur Rackham a su mayor creador, con una influencia que ha llegado hasta nuestros días: C. S. Lewis, autor de Las crónicas de Narnia, quedó impresionado con las imágenes que Rackham pintara para El anillo de los Nibelungos y probablemente creo su obra bajo la influencia del dibujante; cineastas como Tim Burton o Guillermo del Toro han reconocido abiertamente el influjo de sus ilustraciones. La lista sería más larga de lo que pudieramos pensar, pero lo mejor para apreciar la obra de este genial ilustrador es contemplarla y por eso he realizado este video (contiene música).

lunes, 12 de octubre de 2009

The twilight zone

Se cumplen cincuenta años del inicio de una serie de culto en la televisión que, gracias a sus reposiciones, ha ido aumentando el número de fieles seguidores que ven en ella un hito del género fantástico.
Hablar de la Dimensión desconocida (nombre con la que fue conocida en nuestro país) es sobre todo hablar de su creador, Rod Serling, un personaje esencial en la historia de la televisión, que fue capaz de sacar adelante un proyecto en el que se implicó enteramente. Serling, nacido en 1924, fue un niño muy imaginativo que creció leyendo historias de revistas pulp como Amazing Stories, Astounding Stories o Weir Tales -auténtico vivero de escritores de terror, fantasía y ciencia ficción-. Después del trauma que supuso para él La II Guerra Mundial y de su paso fugaz por el boxeo, Serling comenzó a trabajar en la escritura de guiones para la televisión. Tras ganar algunos prestigiosos premios por sus guiones, comenzó a plantearse ser el creador de su propia serie, pues comenzaba a estar harto de ver como las empresas anunciadoras imponían sus criterios en las historias. A este respecto hay una significativa anécdota que fue la gota que colmó el vaso: Unos minutos antes de empezar la emisión de una obra que versaba sobre el holocausto judío, Serling fue llamado urgentemente por el productor que le mandó cambiar una escena en que unos judíos pasaban por la cámara de gas. Ante la negativa de Serling, el productor tuvo que convencerle con la argumentación de que el patrocinador del programa (una empresa de gas) tenía intención de retirar la financiación, con lo cual el espacio quedaba eliminado y el guionista se iba a la calle. La publicidad fue causa directa para que Serling enfocara sus esfuerzos en diferente dirección.
Rod Serling convenció a la cadena CBS de su proyecto, pero con la condición de poder tener el control absoluto a nivel artístico. Éste fue, probablemente, el santo y seña de la serie porque la implicación de Serling en sus primeros años fue total. Él creó la mayoría de guiones, prestó su figura y su voz para las presentaciones y epílogos de cada capítulo, conjuntó a una serie de profesionales de gran calidad que aumentaron el prestigio de la serie -músicos como Bernard Herrmann, guionistas como Richard Matheson o Charles Beaumont y un abrumador plantel de excelentes directores y actores-; pero, sobre todo, concibió una serie que, a través de la fantasía y la ciencia-ficción, creaba alegorías sobre la realidad. En una entrevista llegó a afirmar "las cosas que no pueden ser dichas por un republicano o un demócrata, pueden ser dichas por un marciano".
Sus historias son como pequeños cuentos maravillosos o de terror, con moraleja y sorprendentes finales -recordemos que uno de los finales más inolvidables del cine, el de El planeta de los simios, fue una idea de Serling, que provocó la admiración del creador de la novela-. Lo que más me atrae de estas historias es que se mueven en escenarios reales casi siempre, con personajes creíbles, donde un elemento entra en juego y distorsiona la situación, como en la mejor tradición del fantástico. Esto hace que las historias sean próximas y que el telespectador se implique totalmente, especialmente en la época en que fue concebida. Hoy en día, nuestro bagaje hace que nos podamos anticipar a sus finales -pues han sido imitados hasta la saciedad-, que sus efectos especiales nos parezcan ridículos -debidos a la constante lucha de Serling con un presupuesto limitado-, pero todo se debe situar en su contexto. Las historias son desiguales, ya que es difícil mantener un buen nivel durante 156 episodios y además Serling dejó de implicarse con tanta devoción en sus últimas temporadas, pero siempre quedan un buen puñado de grandes historias que hacen que sea una serie irrepetible -aunque hayan surgido dos series y una película a su amparo con su mismo nombre y otras con un formato muy similar-. Y vuelvo a remarcar que esta serie es diferente porque fue ideada y creada por una persona que creyó y llevó el proyecto hasta el final.
Para los aficionados a la lectura, existen unas cuantas historias de Richard Matheson que sirvieron para la serie y que han sido publicadas en algunas colecciones de sus cuentos y también una recopilación de algunos de los mejores relatos de Serling para la serie que fueron publicados por Celeste en dos volúmenes. Buenos complementos para redondear este sentido homenaje.

domingo, 4 de octubre de 2009

Regreso a El bosque animado

He regresado a la fraga de Cecebre para volver a ver al generoso ladrón Fendetestas, al enamoradizo Geraldo, al triste Fiz Cotovelo, a la soñadora Hermelinda, a la tierna Pilara, a Fuco, Hu-hu, Abrenoites o Trut, al bosque que tan lleno de vida soñó Wenceslao Fernández Flórez.
El bosque animado constituye la obra más perfecta y acabada de Fernández Flórez, una obra maestra de la literatura española mal que les pese a algunos. El autor supo conjugar en este libro toda su sabiduría, su crítica, su dominio del lenguaje, su ternura y su humor. "Sin ternura no hay humor" decía Fernández Flórez.
La fraga de Cecebre, cercana a La Coruña y donde nuestro escritor solía descansar de la capital, es un personaje en sí mismo que lo envuelve todo y de donde emanan todas las historias que componen ese tapiz fantástico y real, el mundo campesino y el de las tradiciones fantásticas con su santa compaña y sus meigas. Aunque existen personajes que van apareciendo por el libro, no se detiene en ninguno de ellos, sino que nos muestra pequeños fragmentos de sus vidas en comunión con el bosque que los envuelve, porque casi todo sucede allí (y si no se sueña con el lugar abandonado, como le sucede a Hermelinda). También los animales y los árboles tienen gran protagonismo, unas veces en forma de fábula clásica y otras como pequeñas historias de amor, humor y ternura. Y es que este libro es especialmente dulce, impregnado de un halo poético que no deja indiferente; en algunas ocasiones Fernández Florez recarga el lenguaje, otras se acerca a lo sublime en sus descripciones.
Hay un suceso enmarcado en la Guerra Civil que pudo haber hecho reflexionar al autor para concebir esta obra tan alejada de los desastres recientes. Al parecer, Fernández Flórez fue uno de los autores perseguidos al estallar la guerra, por no haberse mostrado partidario del gobierno del Frente Popular. Huyó hasta encontrar refugio en la embajada holandesa de Madrid, donde fue bien acogido, pues años atrás había escrito un libro de sentida admiración hacia ese país. La negativa del gobierno republicano a dejarle marchar al extranjero, provocó un incidente diplomático con Holanda que tuvo feliz resolución gracias a la intervención de Julián Zugazagoitia (Ministro de gobernación). Finalizada la guerra, Zugazagoitia fue apresado por la Gestapo en Francia y entregado a las autoridades españolas; éste solicitó la ayuda de Fernández Flórez, quién declaró en su favor durante el juicio, pero nada pudo hacer y el ex-ministro fue condenado a muerte y ejecutado. Tras el suceso, Fernández Flórez comenzó a escribir El bosque animado en su residencia de la fraga. Quiero pensar que este libro estuvo marcado, en parte, por este acontecimiento, ya que consiguió desnudarse completamente, mostrándose tierno, sensible y con un humor nada hiriente.
Wenceslao Fernández Flórez es un autor nacido a finales del siglo XIX que no suele aparecer en algunas Historias de la literatura -o de forma muy breve-. Fue marginado por motivos extraliterarios, es decir, por su marcado liberalismo, su crítica a la República o su cercanía a Franco -parece que era uno de los pocos que tuteaban al dictador-. Olvidamos que en sus famosas Acotaciones de un oyente, lanzó dardos a diestra y siniestra y sobre todo a la mediocridad de algunos políticos -todavía recuerdo como Luis Carandell, otro de nuestros grandes cronistas parlamentarios, alababa la fina ironía de Fernández Flórez y lo destacaba como gran maestro del periodismo político-. Este coruñés, reconocido como prestigioso humorista, fue también autor de una valiosa obra fantástica entre la que se encuentra esta novela y muchos de sus relatos -algunos de altísima calidad-.
Pienso que El bosque animado es por calidad literaria y por temática -dada su ferviente defensa de la naturaleza- una lectura muy recomendada para nuestros jóvenes en la escuela, amena y que deja buen poso.

domingo, 27 de septiembre de 2009

Frankenstein en Villa Diodati

Al inicio del verano de 1816 se reunieron en Villa Diodati (a orillas del lago Leman y cercana a Ginebra) la pareja formada por Mary Godwin y Percy Bysshe Shelley, el gran poeta Lord Byron, su compañera Claire Clairmont -medio hermana de Mary- y el médico personal de éste, John William Polidori. Allí nos legaron una instántanea legendaria para la historia de la literatura, puesto que empezó a gestarse una de las obras claves de la literatura fantástica: Frankenstein.
Nos cuenta Mary Shelley que "el verano resultó húmedo y riguroso y la incesante lluvia nos confinó a menudo durante días. En nuestras manos cayeron algunos volúmenes de relatos de fantasmas"; refiriéndose al libro de cuentos Fantasmagoriana, recopilación alemana de relatos fantasmales. Lord Byron propuso a cada uno escribir un cuento de fantasmas para amenizar los días lluviosos y éste fue el origen de dos de las obras que sí se concluyeron: el citado Frankenstein de Mary Shelley y El Vampiro de Polidori. Byron inició un relato, cuyo fragmento publicó junto al poema Mazeppa y Shelley no logró escribir nada interesante.
El relato de Polidori se publicó en 1819 y sus avispados editores lo atribuyeron a Lord Byron con la intención de convertirlo en un éxito. Este cuento se convirtió, sin pretenderlo, en una historia de gran influencia en la literatura fantástica, pues surgió con gran fuerza la figura del vampiro que tantas célebres historias ha dado después. Aunque el relato no tiene la calidad de sus más célebres sucesores, sienta las bases de la figura: lord Ruthven, un personaje frío y distante que ejerce un magnetismo especial sobre sus víctimas.

Por otro lado, apareció la novela de Frankenstein o el moderno Prometeo. Es importante resaltar el subtítulo, puesto que hace referencia al personaje mitológico griego que creó al ser humano moldeándolo con arcilla -como Víctor Frankenstein con su criatura- y porque Percy B. Shelley había escrito un drama titulado Prometeo liberado, donde se alude a la liberación del artista creador. La obra, que fue sugerida a partir de una conversación entre Shelley y Byron -Polidori según otras fuentes-, donde según Mary "discutieron diversas doctrinas filosóficas, entre otras la naturaleza del principio vital y la posibilidad de que se llegase a descubrir tal principio y conferirlo a la materia inerte", tuvo un desarrollo en su imaginación a través de noches de pesadilla. La novela, que debe mucho a las sugerencias de Percy B. Shelley, se acabó de redactar en los meses siguientes y se publicó a principios de 1818 con gran éxito. Había nacido un personaje mítico en la literatura.

Sobre la base de esta historia y los posteriores acontecimientos ocurridos a sus personajes, escribió y dirigio en 1987 el cineasta y escritor Gonzalo Suarez una maravillosa película titulada Remando al viento.
Gonzalo Suarez, un inclasificable director que suele nadar a contracorriente, consiguió hilvanar una historia de ficción con hechos reales. Supo engarzar la historia literaria del monstruo con los avatares de los personajes, creando una ficción histórica muy sugerente. Este autor, que siempre se ha distinguido por la creación de un lenguaje cinematográfico altamente literario, nos muestra en esta película unos diálogos de enorme calidad, a la altura de sus personajes y es que para Suarez el buen cine nace de la literatura. Quedan en la memoria películas como Epílogo o Don Juan en los infiernos.
La historia avanza entre un gran flash back de Mary navegando por el Ártico -como lo hace Víctor Frankenstein en la novela-, al compás de la creación de la obra. Así se van sucediendo una serie de muertes que Mary asocia a la génesis de su monstruo; la literatura entra en la vida real y la poderosa imaginación de la autora hace que su criatura se convierta en un reflejo oscuro del alma de aquellos a los que va anunciando su muerte a partir de sus propias frases. Mary acaba convencida de que la tragedia parte de ella y así se lo hace saber a Byron : "Ahora ya sé de qué materia está hecha mi criatura. Y también conozco el espíritu que la mueve. Soy yo" y más adelante a su creación: "Lo sé. Ellos creaban belleza, y alguién tenía que imaginar el horror".
Hay que reconocerle a Gonzalo Suárez la calidad de su proyecto, con ese extraordinario guión, con la admirable fotografía de su hermano Carlos que subraya las espléndidas localizaciones de Asturias, Ginebra, Venecia o Noruega y con el diseño de vestuario tan merecidamente premiado, debido a Ivonne Blake.
Mención aparte merece la elección musical de Alejandro Massó, basada en una serie de piezas clásicas de bella factura que se ensamblan admirablemente en la historia: Spohr, Mozart, Beethoven, Paganini, Tomaschek, Grieg -un Air precioso que nunca se menciona en las fichas- y, por supuesto, la Fantasía sobre un tema de Thomas Tallis de Ralph Vaughan Williams, que con su lirismo se encarga de subrayar algunas de las más bellas escenas y se convierte casi en el tema de la creación.

domingo, 20 de septiembre de 2009

Antologías del fantástico

De la mano de Borges entré en el territorio de la fantasía por la puerta grande. Fue gracias a su Antología de la literatura fantástica -seleccionada junto a sus compañeros Adolfo Bioy Casares y Silvina Ocampo-, que me mostró que otros caminos literarios eran posibles y me enseñó un espacio de gozo personal donde recrearme. Me sentí cómodo en el terreno fantástico e investigué.
Roger Caillois, Tzvetan Todorov o Italo Calvino -tres de los grandes especialistas sobre el género- distinguen entre fantástico y maravilloso. En lo maravilloso se acepta lo inverosímil y lo inexplicable; es decir, lo mágico se opone al mundo real, pero no destruye su coherencia. Desde esta perspectiva, los milenarios cuentos chinos o las fabulosas Mil y una noches pertenecen al género fantástico, como así se recoge en el libro de Borges y compañía; pero también podemos incluir toda la tradición de cuentos de hadas -con Andersen, Perrault y los Grimm a la cabeza-, gran parte del romanticismo fantástico alemán -Fouqué, Chamisso, Tieck, Eichendorff,..- o los famosos cuentos de hadas victorianos.
Mi propósito es hablar sobre la otra vertiente, el fantástico producido por una ruptura en el mundo real. Dentro de un mundo sólido aparece un hecho increíble que trastoca o desequilibra el orden; es una alteración que el lector acepta, como también lo hace con los seres extraños que surgen en un territorio próximo y familiar: vampiros y fantasmas. El terror y el miedo -"la emoción más antigua y más intensa de la humanidad es el miedo, y el más antiguo de los miedos es el miedo a lo desconocido" en palabras de H. P. Lovecraft-, hacen su aparición como tema fundamental de los cuentos fantásticos.
Aunque la llamada literatura gótica se inicia a finales del XVIII y le da al género algunas de sus principales características, no es hasta la aparición de los relatos de Hoffman, a principios del XIX, que el fantástico emprende su largo camino que se irá desarrollando durante ése y el posterior siglo, dando lugar a géneros tan dispares como la ciencia ficción o la fantasía heroica.
En su larga evolución muchos autores han entrado de pasada, otros han deambulado con asiduidad y bastantes han permanecido fielmente en ese terreno. Mucha gente piensa en la literatura fantástica como un género menor, aunque muchos escritores "serios" han entrado en sus límites sin ningún prejuicio y otros, como Poe o Borges, han sido grandes gracias a su incursión plena.
A tenor de lo dicho, quisiera comentar algunas de las mejores antologías de cuentos fantásticos y de terror, puesto que el cuento es donde mejor se ha desarrollado el género y porque en el relato corto es donde más fácilmente podemos empezar a descubrir autores.
La Antología de la literatura fantástica de Borges, Bioy Casares y Ocampo es un referente ineludible, porque a través de pequeñas piezas da un repaso amplísimo. Como es de esperar en estos antologuistas, se recogen obras casi inéditas o de autores desconocidos junto a algunos clásicos permanentes, que lo son en gran medida gracias a su reivindicación. Destacaría el sorprendente Enoch Soames de Max Beerbohm que tuvo feliz continuidad hace unos años en uno de los Siete cuentos imposibles de Javier Argüello.
Roger Caillois ha sido uno de los grandes defensores del relato fantástico y en su célebre Antología del cuento fantástico -difícil de encontrar en el mercado- intentó una selección de gran amplitud geográfica -incluyendo incluso un relato haitiano escrito especialmente para el libro- que huyera de la clásica antología anglosajona. Nos permitió comprobar la calidad de otras literaturas europeas, además de los clásicos orientales.

La editorial Siruela,una de las pioneras en el género fantástico -con sus ya míticas colecciones de El ojo sin párpado y La biblioteca de Babel- propuso una de las grandes selecciones en Cuentos fantásticos del XIX, antologados por Italo Calvino. Los cuentos se centran en este siglo por ser el de la gran eclosión del fantástico y Europa su epicentro. La selección es desigual y aparece un predominio de británicos, franceses y norteamericanos -pues son los auténticos dominadores-, pero ya empezamos a descubrir a alguno de los grandes. Hay un relato de H. G. Wells que me hechiza -El país de los ciegos- y que muestra a un autor diferente de sus fantasías científicas.
Probablemente, sea la editorial Valdemar la que ha hecho más por el género fantástico y de terror en este país, dando a conocer a multitud de autores semiolvidados y elevando a la categoría de maestros a algunos otros, gracias a la publicación de obras descatalogadas en nuestro idioma.
Su antología Felices Pesadillas -continuada tras el éxito con Malos sueños- constituye la mejor y más amplia colección sobre relatos de terror y fantásticos que se haya publicado. La lista de autores es de primera magnitud y los cuentos escogidos no defraudan; encontramos a los grandes como Poe, Hoffman, Le Fanu, Bierce, Maupassant, Stevenson, M.R. James, Machen, Kipling y tantos otros, pero también hay felices descubrimientos. De lectura obligada.
Otra gran obra es Antología de cuentos de terror en tres volúmenes, seleccionada por uno de los grandes introductores del género en nuestro país: Rafael LLopis. La selección es amplia y a veces sorprendente -valiente por incluir varios autores españoles-, un referente para muchas generaciones.
Existe una obra publicada hace más de cuarenta años y en diez volúmenes de más de cuatrocientas páginas cada uno, titulada Narraciones terroríficas de la editorial Acervo. Podría decirse que es una antología de referencia, porque allí está casi todo -con muchas sorpresas también-, pero sus casi cinco mil páginas exceden el propósito de una antología. De todas maneras, los buenos catadores del género deben buscarla en librerías de viejo o mercadillos.
Algunas colecciones de cuentos abordan una temática concreta y las publicadas por Valdemar y Siruela son especialmente recomendables: El vampiro -la mejor colección de cuentos vampíricos, todo un subgénero-, Alter ego -el misterioso tema del doble-, Mares tenebrosos -terror en el mar-, Antología española de la literatura fantástica -la más completa recopilación de autores españoles-, Mitos básicos del cine de terror -traslación de algunos relatos al cine- o El horror según Lovecraft -antología de cuentos sobre las preferencias de este autor, basándose en su clásico ensayo El horror en la literatura-. Existen muchas más, pero estas son para mí las mejores.

viernes, 11 de septiembre de 2009

Una mirada a la infancia

El mundo de la infancia en el cine ha sido tratado casi siempre desde una mirada adulta, aún en aquellas transcripciones fílmicas de obras que habían sido compuestas con la verdadera ternura del recuerdo de tiempos pretéritos o con las ensoñaciones de aventuras deseadas. Muy a menudo la infancia es en el cine una sucesión de recuerdos que marcan la vida del protagonista, pero siempre con una consciencia tan desarrollada que uno piensa que estamos volviendo a creer que los niños, como sucedía no hace más de dos siglos, son adultos pequeños. No existe un verdadero interés por entender su mundo, porque se ve como un período pasajero en el camino hacia el auténtico y necesario estado de la persona: la edad adulta.
Existen dos películas, dos auténticas obras maestras que nunca dejo de recomendar, que sí entraron de lleno a describir las sensaciones de la infancia y que además contienen otros elementos que hacen de ellas dos joyas del séptimo arte:

La noche del cazador (The night of the hunter, 1955) fue la única película que dirigió el gran actor Charles Laughton. Es un film que se presenta como un cuento infantil terrorífico donde el espectador entra en un sueño mágico. Somos invitados a este espectáculo onírico a través de una tierna canción de infancia que habla de sueños.
En esta obra hay dos niños -hermano y hermana, como en la gran tradición de los cuentos clásicos- que se encuentran en un mundo hostil debido a la falta de una figura paterna que se ve suplantada por un supuesto predicador -el ogro, padrastro en este caso- quien, tras matar a la madre, los persigue por territorios de nocturna fantasía -la noche, el bosque y el río como espacios de terror en la infancia- hasta la llegada a la casa de una acogedora anciana -el hada protectora- que los cobija y salva.
Todo en esta película funciona a la perfección. Robert Mitchum como predicador nunca estuvo mejor y sus manos tatuadas con el love y hate han pasado a ser un icono cinematográfico. Lilliam Gish es la tierna abuela que recoge en sus faldas a los desprotegidos niños, pero confiada de su fortaleza :"-El viento sopla y la lluvia es fría. Los niños son firmes. Saben aguantar". La fotografía de Stanley Cortez, acompañada por la misteriosa música de Walter Schuman, son de un nivel extraordinario; impresiona la figura recortada del predicador cantando una canción que anuncia su llegada, mientras los niños observan agazapados desde un granero.
La película no tuvo mucho éxito en su estreno, e incluso ahora muchos no la conocen, pero aquellos que hemos podido disfrutar de ella sabemos que es irrepetible e imperecedera.


Matar un ruiseñor (To kill a mockinbird, 1962) es una película de Robert Mulligan basada en la novela autobiográfica de Harper Lee, tan apreciada en EEUU. La película se presenta como la recreación de unos hechos acontecidos en un pueblo americano, relatados por la niña protagonista, que se convertiran en esenciales para su formación.
Desde los iniciales títulos de crédito, acompañados por una hermosa banda sonora de Elmer Bernstein -autor de partituras tan populares como Los siete magníficos, La gran evasión o Los diez mandamientos-, sabemos que el director nos quiere mostrar la historia desde el recuerdo de una visión de infancia.
El argumento gira en torno a un juicio, donde el padre de la protagonista es el abogado defensor de un negro acusado falsamente de violación; pero sobre todo hay una historia de conocimiento e iniciación que recrea con mucho respeto el punto de vista de unos niños. Los dos hermanos descubren con sus juegos el mundo hostil de los adultos; sus ojos nos enseñan la historia del juicio, pero también la admiración por su padre -soberbio Gregory Peck- o los terrores nocturnos a lo desconocido, demostrando que la infancia no es un período tan dulce.
El director mima todos los detalles: la ambientación, los objetos, los planos, las miradas nos muestran mucho más de lo que percibimos a simple vista. Hay secuencias, como las de los niños jugando a acercarse a la misteriosa casa del vecino, o la pelea en el bosque que entran dentro del imaginario terrorífico de la infancia.


domingo, 6 de septiembre de 2009

TUSITALA


Para iniciar esta andadura y empezar a dar significado a este blog pensé que lo mejor era ofrecer un sentido homenaje al que es para mí el gran narrador de historias: Robert Louis Stevenson.
Muchos lo han glosado con pasión, y entre ellos me permito recomendar la serie de artículos que le fue dedicando un gran amante de las buenas historias como Fernando Savater, que reunió junto con otras muchas aventuras en Misterios, emoción y riesgo.
Tusitala (narrador de historias), que era como le conocían los indígenas en Samoa -el lugar donde quiso residir finalmente con su familia y allí donde le sorprendió la muerte- es una palabra que emana el encanto de lo desconocido. El término sirve para describir aquella persona que es capaz de hilvanar historias, recogiendo y expresando los sueños de los demás. El cuentacuentos se reafirma allí también como una figura esencial.
No sabría decir si lo que me gusta de Stevenson son sus historias, la creación de sus personajes o sencillamente el placer de leer en constante felicidad. Sus relatos son sencillos, pero apasionantes a la vez, quizás por estar escritos con las palabras justas y por eso resisten los análisis más técnicos. Recomiendo sus aventureras novelas: La isla del tesoro, La flecha negra o El barón de Ballantree, pero también sus espléndidos relatos como El extraño caso del doctor Jeckyll y Mr. Hyde, Noches en la isla, Las nuevas noches árabes y tantos otros.
Murió joven, pero dejó abundante obra para ir redescubriendo (se hace necesario revisar sus ensayos). Su vida, incluida una hermosa historia de amor con una mujer casada y con hijos, llamada Fanny, tiene un aire novelesco hasta el final. Sus contemporáneos y colegas de profesión lo admiraron por su maestría narrativa e incluso por saber dar a su vida es hálito aventurero que rezuma en sus novelas.
Hoy en día se habla de él como el gran autor de la literatura "juvenil" (será porque se mira a La isla del tesoro como una historia de iniciación y amistad), pero yo prefiero verlo sencillamente como un gran autor, como el gran narrador que fue y como un escritor capaz de superar los clichés de la edades.
Stevenson fue un auténtico "Tusitala". Los indígenas que convivieron cerca de él, en su casa de Vailima, lo supieron siempre y por eso le rindieron el mejor homenaje posible. Sabían que su deseo era ser enterrado en lo alto del monte Vaea, de difícil acceso, y se encargaron de abrir un camino hacia la cumbre durante la noche con sus machetes para poder transportar su cadáver. "Tusitala" era sagrado para ellos y enterrarlo allí fue su gran honor. La historia de su entierro está narrada con gran emotividad por su hijastro Lloyd Osbourne en Un retrato íntimo de Robert Louis Stevenson (el mismo a quien dedicó su famosa obra La isla del tesoro). Años más tarde, la hija de Fanny enterró a su madre junto al cuerpo de su fiel compañero.